Dios nos habla en muchas más ocasiones de las que nosotros imaginamos. Él regala a todos una oportunidad tras otra; algunos las desprecian, otros las reciben como un regalo del cielo. En cuestión de pocas horas, Pilato tuvo ¡siete! conversaciones con Jesús… Cuando leemos la historia pensamos que hará lo correcto porque tiene todos los argumentos para hacerlo, pero no. Toma la peor decisión de su vida, a pesar de todas las oportunidades que tuvo.
- La primera vez que el Señor se “cruza en su camino” (Juan 18:28-31), El gobernador romano piensa “Eso no va conmigo”. Pregunta los cargos que tienen sobre el nazareno y les dice que hagan lo que quieran. No quiere saber nada de Jesús. La misma reacción de muchas otras personas hoy: “no me importa si Dios existe o no” .
- La segunda vez, Pilato le hace tres preguntas claves al Señor porque se da cuenta de que no es una persona “normal”: quiere saber si realmente es el rey de los judíos (Juan 18:33-37), lo que ha hecho y cuál es la verdad de todo lo que está sucediendo. Jesús le responde de una manera directa y clara: ¿eres tu el que estás preguntando? ¿realmente te interesa? Y, de paso, le explica que su reino no procede de este mundo, sino que viene directamente desde una dimensión espiritual, del Padre que está en los cielos. Viene para transformar el mundo, pero comienza haciéndolo con el corazón de cada uno. ¿Realmente te interesa?
- Pilato ya no es el mismo, y después de salir afuera a hablar con el pueblo, vuelve para ver una vez más al Señor. ¡Este hombre no es culpable de nada! (Juan 18:38) Está convencido de que es así. Admira a Jesús, ve que es alguien impresionante… de la misma manera que muchos admiran al Señor hoy como maestro, líder, pacificador, etc. pero nada más.
- En ese momento todo da un giro de ciento ochenta grados en el corazón de Pilato y decide azotar a Jesús. ¿Por qué lo hace? ¿Quiere ver cómo reacciona? ¿Quiere que todos sientan pena de Él? A veces el corazón humano es imposible de comprender.
- Por quinta vez Pilato lleva al Señor consigo y lo hace salir delante del pueblo. “¡Este es el hombre al que quieren condenar!” Y se lleva una gran sorpresa, porque todos gritan aún mucho más para que Jesús sea crucificado. “¡Se hizo a sí mismo el Hijo de Dios!” le contestan. El gobernador se llena de miedo ¿Y si realmente es el Hijo de Dios? ¿Qué pasará conmigo si Dios me está hablando y yo lo desprecio?
- Vuelve llevando a Jesús a su casa y se queda a solas con él. “¿Quién eres, de dónde eres? ¡Háblame!” Necesita estar convencido, pero no es capaz de mover un solo dedo por Él. ¡Se parece demasiado a las personas que quieren que Dios les hable, pero no quieren hacer nada de lo que Él dice!
- Y de pronto a Pilato le hace la madre de todas las preguntas, ¿No te das cuenta de que tengo poder para soltarte o para crucificarte? ¡Impresionante! ¡Esa es toda la verdad! No sólo en el caso de Pilato, sino también en el de cada uno de nosotros: ¡Jesús va a la cruz en nuestro lugar! ¡Cada uno de nosotros decidimos!
Nuestro problema, el mismo que el de Pilato, es cuando nos dicen: “Si sigues a Jesús, no eres amigo de…” Cuando nos vemos señalados nos avergonzamos, pensamos que vamos a perder muchas cosas en lugar de abrir los ojos y ver que las ganancias son eternas. Esa es una de las razones por las que Pilato se sienta en el tribunal la última vez que habla con Jesús; es su última oportunidad, y el gobernador quiere tomar esa decisión en “su” lugar.
Cuando nos encontramos con Jesús, todos nos sentamos en el tribunal de nuestra vida para decidir que haremos. Pilato dijo: “Ese es vuestro rey” y en esa frase fotografió la esencia de la historia de gran parte de la humanidad. Jesús era el rey de los judíos, pero no el suyo. Lo entrega para que lo crucifiquen y él mismo queda retratado para la posteridad como el que no quiere tomar las decisiones más importantes de su vida, sino que deja que las circunstancias y otras personas decidan por él.
Como en el caso de Pilato, el mundo está en nuestras manos. Tenemos dinero, poder, a veces gente que trabaja para nosotros… Podemos tomar decisiones que influyen en la vida de muchos, y nos sentimos orgullosos de nosotros mismos, pero siempre tenemos que dar cuentas delante de alguien más arriba. Siempre hay un César a quién servir, alguien que no nos deja ser nosotros mismos, aunque pensemos que tenemos todo controlado.
Jesús aparece en nuestra vida y nos habla una y otra vez. No sólo quiere convencernos, sino que habla a nuestro corazón y su mirada de amor casi nos enseña que nos estamos “jugando” la vida. Puede que incluso personas a nuestro alrededor nos digan que necesitamos al Señor, como ocurrió con la mujer de Pilato, pero no hacemos caso. Hablamos con Jesús cara a cara y casi nos convence… pero ese “casi” termina por vencernos. Para algunas personas, su último acto “libre” presionados absolutamente por todos, es lavarnos las manos. ¡Eso no tiene nada que ver conmigo! Lo repiten mil veces no tanto para convencer a los demás, sino para convencerse a sí mismos.
Y aunque Dios les hable una y otra vez, pasan a la historia por haber tomado la peor decisión posible. No importa las veces que se laven las manos.
Devocional de Jaime Fernández, escritor de libros como Cambia de Ritmo y colaborador en los nuevos Evangelios de Juan que estamos ofreciendo como material de evangelismo.