Hace unas semanas conversaba con mi hija acerca de las personas que se quejan continuamente. «¿Por qué se quejan tanto?» – me preguntó. «Pienso que por falta de gratitud y contentamiento» – le respondí.
Contentamiento no es una palabra que usemos comúnmente: su significado va más allá de un simple estar contento o alegre; implica confiar en la soberanía y bondad de Dios, lo cual trae consigo paz, gozo y gratitud, independientemente de las circunstancias o de lo que poseamos (Filipenses 4:11-12).
Actualmente las redes sociales son ventanas de nuestras vidas, son escaparates a través de los cuales podemos presumir lo que tenemos y codiciar lo que no tenemos. Esto puede llevarnos a vivir inconformes y a creer que Dios tiene una deuda con nosotros porque no nos ha dado lo que sí les ha dado a otros, ya sean experiencias, logros o bienes.
Por eso es tan importante que el contentamiento se convierta en un hábito, en un estilo de vida, en la respuesta natural a cualquier situación que atravesemos:
1. Reconociendo nuestra nueva vida.
Contentamiento es saber que Dios nos ha dado una vida nueva y con ella la posibilidad de vivir para Él, deseando agradarle.
«Ahora bien, la verdadera sumisión a Dios es una gran riqueza en sí misma cuando uno está contento con lo que tiene». — 1 Timoteo 6:6 (NTV)
2. Apreciando lo eterno.
Contentamiento es saber que lo que vivimos en este mundo es temporal y que nuestros ojos deben estar puestos en lo eterno. Cuando le damos más importancia a lo material, permitimos que sea la codicia la que dirija nuestros pensamientos, nuestras decisiones y nuestras acciones.
«Después de todo, no trajimos nada cuando vinimos a este mundo ni tampoco podremos llevarnos nada cuando lo dejemos». — 1 Timoteo 6:7 (NTV)
3. Celebrando a los demás.
Contentamiento es agradecer y alegrarnos por las bendiciones de los demás, sabiendo que lo que ellos tienen y lo que nosotros tenemos en este momento, es lo que Dios quiere que tengamos, porque Él sabe qué es lo mejor para cada persona. De este modo podemos ser dirigidos por el amor, gozarnos de lo bueno que les pasa a otros e incluso colaborar para que sean bendecidos.
«Si tu don consiste en animar a otros, hazlo con generosidad. Si Dios te ha dado la capacidad de liderar, toma la responsabilidad en serio. Y si tienes el don de mostrar bondad a otros, hazlo con gusto». — Romanos 12:8 (NTV)
La centralidad del evangelio
Es la verdad del evangelio la que nos da la habilidad de vivir en contentamiento, de estar satisfechos con lo que tenemos y agradecer lo que Dios ha querido que tengamos y disfrutemos. ¿Por qué? Porque Jesús no codició nada; al contrario, se despojó de sí mismo, se entregó, dio Su vida para salvarnos y el Padre se gozó en que nosotros fuéramos bendecidos como fruto del sufrimiento de Su Hijo. En Cristo podemos experimentar verdadero contentamiento porque en Él estamos completos, ya que en Él habita toda plenitud (Filipenses 2:3-8). Cuando nos sabemos completos, podemos dar, proveer, compartir, participar de la bendición de otros y guardar nuestro corazón de la envidia.
La voluntad de Dios es que estemos contentos con lo que tenemos ahora y que bendigamos a otros. Entonces podemos agradecer lo que Él nos ha dado y lo que no nos ha dado porque sabemos que Él es un Padre generoso y amoroso que «no negó ni a Su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también junto con Él todas las cosas?» (Romanos 8:32, NBLA).
— Devocional de Karen Durán. A Karen le gusta disfrutar la sencillez de los detalles monótonos y ordinarios de cada día. Junto con su esposo, su hijo y su hija, pasa los días dedicada a las labores del hogar, sacando postres del horno, leyendo vorazmente, traduciendo o corrigiendo textos y escribiendo cada vez que encuentra el tiempo para hacerlo.