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Dios no ama tanto lo que haces sino a ti, personalmente

No le llegaba el tiempo para nada, siempre tenía demasiado trabajo. Marta era perfeccionista por naturaleza, así que quería tenerlo todo bien preparado ¡Hay demasiados chapuzas en este mundo! Era una persona leal y trabajadora, pero con un pequeño problema: no sabía disfrutar, se estresaba demasiado. Vivía en un permanente señalar a los demás porque no cumplían con su trabajo, ¡Esa era la manera de afirmarse ella misma!

La verdad es que nos encanta hablar de los defectos que otros tienen, porque así todos ven que nosotros sí cumplimos con nuestras obligaciones y ellos no. El problema es que cualquier trabajo que hacemos, por muy bueno que sea, termina convirtiéndose en una obligación casi odiosa. Por eso Marta (cuya historia leemos en Juan 11) no era capaz de disfrutar de la presencia del Señor.

Cuando vivimos estresados no nos damos cuenta de que Jesús está a nuestro lado y lo más importante para Él no es lo que hacemos ¡Nos quiere a nosotros!

En ese proceso, llegamos a saber muchas cosas, pero no las creemos. No las vivimos. Nos desesperamos e incluso nos enfadamos porque otros si parecen confiar en Dios y nosotros no. Cuando Lázaro murió, Marta entró en estado de “shock”, como nos hubiera pasado a todos. No comprendía nada: Si Jesús era Dios, ¿por qué no llegó antes? ¿Por qué no vino cuando le llamamos? ¿Por qué no sanó a nuestro hermano? ¿Por qué no le resucita ahora?

Demasiados “porqués” como para callarse, así que, cuando ve que el Señor viene, sale corriendo hacia él, casi reprochándole “¡Si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto!” Cuando el Señor le dice que Lázaro va a resucitar, Marta quiere darle una lección de doctrina, “Si, ya sé que resucitará el día final”. Pero Jesús, con su ternura incomparable, la lleva al terreno más personal y le dice: “Yo soy la resurrección y la vida…” y después de explicarle todas las cosas le pregunta: “¿Lo crees?”

¡Esa es la pregunta! ¡La que tenemos que responder! pero ¡todavía somos capaces de dar un paso más hacia el abismo de nuestra inseguridad! Marta le dice al Señor “Si, yo sé todo lo que estás diciendo…” y se va. Uno puede saber muchas cosas de Jesús y marcharse como si no pasara nada. ¡Increíble!

Cuando está a punto de suceder el Milagro con mayúsculas, Marta, al igual que muchos de nosotros, demuestra su poca confianza en el Señor cuando éste dice que abran la tumba dónde está el cuerpo de Lázaro. “¡Ya han pasado cuatro días, huele mal!” Los que quieren tener siempre todo controlado se preocupan más del olor que de lo que Dios dice. Y no lo digo para hacer daño, sino para que seamos capaces de reconocer las tonterías que hacemos cuando el estrés y el orgullo nos dominan.

Este es el momento perfecto para recordar que la Biblia dice que Jesús amaba a Marta. Dios nos ama a cada uno de nosotros. No ama tanto lo que hacemos, por muy bueno que sea, sino a nosotros, personalmente. Vivimos preocupados y angustiados por muchas cosas, sin darnos cuenta de que estamos abandonando lo más importante.

Así que cuando Marta se queja del olor de su hermano muerto, el Señor Jesús le recuerda algo que le dijo un día a solas, y quizás ella había olvidado. Una frase absolutamente impresionante como todas las del Maestro, una frase en la que cabe la esencia misma de la relación con el Creador. La frase que transforma la vida y que es capaz de vencer a la propia muerte. La frase que jamás debemos olvidar. La verdad, mucho más que una frase.

“¿No te dije que si crees verás la gloria de Dios?”

Devocional de Jaime Fernández, escritor de libros como Corazón Indestructible y colaborador en los nuevos Evangelios de Juan que estamos ofreciendo como material de evangelismo.

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