“Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.” Romanos 5:8
Hace poco me hicieron un pastel y me sorprendieron por completo. Yo no lo esperaba, pero la persona que lo hizo pensó en cada detalle: los ingredientes, la forma, la presentación, etc. ¡El pastel estaba buenísimo!
¿Alguna vez has hecho un regalo sorpresa? La persona a la que le vas a hacer el regalo no sabe que tú estás pensando en ella; no sabe que estás invirtiendo dinero, esfuerzo e ilusión para sorprenderla. Así es el amor de Dios por ti y por mí. El pecado del ser humano le aleja de Dios y le mantiene incomunicado con él. No sabe lo que Dios piensa o hace, y mucho menos sabe si Dios le ama o no.
Por este motivo, es sorprendente que aun sin nosotros saberlo, Dios pensara en nuestro bien, en nuestra necesidad de perdón y de amor. Dios decidió amarnos y dar a Jesús por nosotros mucho antes de que pudiéramos hacer algo bueno. La salvación que tenemos en Jesús es un regalo inmerecido. No lo hemos ganado y no lo podemos ganar, es simplemente la forma de Dios de decirte: te amo.
Hay muchas formas de mostrar amor hacia los demás. Algunas personas deciden dedicarte tiempo, otras hacerte un buen regalo, otras te dan un fuerte abrazo, te sonríen o te dirigen unas palabras bonitas sobre algo que has hecho o cómo eres. Cada persona tiene su propia forma de expresar a otros que los quiere. ¿Cómo lo haces tú?
Dios ama al ser humano y tiene una forma muy especial de demostrarlo: ofrecer a Jesús. Dios muestra su amor para con nosotros en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. La vida de Jesús en rescate por nuestros pecados es el gran regalo de Dios, es la gran muestra de amor por la humanidad, es la evidencia de que Dios te ama a ti.
Jesús es la evidencia del amor de Dios hacia a ti. Dale gracias a Dios por ese amor tan grande que te tiene y por la muerte de Jesús en tu lugar. ¡Que Dios te bendiga!
Joel Tiscar, autor del devocional, es Psicólogo y trabajador de Juventud para Cristo
- Recomienda el libro: «El conocimiento del Dios santo», de J.I. Packer
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