Sufrir es algo inevitable, ¿verdad? Todos experimentamos momentos de aflicción, quizás ha sido la pérdida de alguien o algo valioso, enfermedad, conflicto. La Biblia aborda el sufrimiento de manera franca y transparente. En Rut 1 leemos la historia de Noemí, cuya vida está marcada por la desgracia al perder a sus dos hijos y a su marido.
Te animo a leer todo el capítulo antes de continuar.
De entre todo lo que se podría decir sobre este capítulo, me gustaría que nos centrásemos en entender que la providencia de Dios nos ayuda a ver nuestras aflicciones con esperanza como parte del plan divino.
Noemí ha dejado que la amargura la defina por completo, tanto que llega a cambiarse el nombre. Deja bastante claro con sus palabras que está culpando a Dios de todo:
- Dios me ha puesto en gran amargura,
- Dios me ha hecho regresar vacía,
- Dios ha dado testimonio contra mí,
- Dios me ha afligido.
Noemí, al referirse a Dios, usa el término El Shaddai. Este nombre divino implica fuerza, poder y omnipotencia (El), combinado con el significado de «uno que tiene pecho» (Shaddai), indicando a Dios como aquel que nutre, suple y satisface como una madre a su bebé.
Sin embargo, Noemí no confiaba en esta verdad sobre su Dios. ¿Habría cambiado su actitud si hubiera sabido que en el mismo pueblo donde ella culpaba a El Shaddai por no cuidar de ella, nacería Jesús, nuestro Salvador, quien nos provee eternamente lo que necesitamos?
Y este mismo Dios, que provee y satisface, ha estado trayendo destellos de esperanza incluso en medio de la amargura de Noemí. Sin embargo, la amargura puede cegarnos ante la realidad de que Dios controla los detalles y actúa con providencia. Si Noemí hubiera comprendido la providencia de Dios, habría visto cómo Él estaba guiando cada aspecto de su vida: desde acabar con la hambruna hasta dirigirlas al lugar donde Rut encontraría a Booz, quien las redimiría.
Me pregunto, ¿qué pasaría si Noemí pudiera leer el final de la historia? ¿Qué pasaría si Noemí pudiera leer la genealogía de Jesús y viera a su nuera, Rut?
La aflicción nos da una visión limitada de lo que Dios está haciendo. Noemí no podía ver que Dios estaba moviendo los hilos para hacerla partícipe de un evento grandioso en la historia: el nacimiento del Salvador. Noemí estaba centrada en el presente, en toda su aflicción. Ver nuestra aflicción a través de la historia de la redención nos ayudará a no experimentar amargura. La aflicción de Noemí no era el final de la historia.
En tu aflicción, confía en la providencia de Dios y mantén la esperanza, sabiendo que tu historia personal es parte de un plan más grande. Dios, El Shaddai, está guiando cada detalle de tu vida, incluso las aflicciones presentes, pasadas y futuras. Recuerda que tu sufrimiento no es el final de la historia; Dios está obrando detrás de escena. Aunque las aflicciones puedan continuar, no son el verdadero final. Un día, Dios pondrá fin a todo sufrimiento, y la gloria venidera superará con creces cualquier dolor presente.
Porque considero que los sufrimientos de este tiempo no son dignos de ser comparados con la gloria venidera que en nosotros ha de ser manifestada. (Romanos 8:18)
La providencia de Dios nos ayuda a ver nuestras aflicciones con esperanza como parte del plan divino.
— Devocional escrito por Miriam Benítez. Es terapeuta ocupacional de profesión, pero le apasiona poder compartir la vida abundante de Jesús, crear recursos que animen a más mujeres a crecer en su relación con Dios y usar el arte en todo. Vive en Sevilla junto con su esposo Jona. Puedes encontrar más de sus recursos en Instagram y en Llevando su gracia.