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El significado de los regalos de los Reyes Magos

El significado de los regalos de los Reyes Magos: figuras doradas de los Reyes Magos en un salón, con un árbol de Navidad al fondo

Hay algo mágico en la mirada embelesada de un niño cuando acude al salón y ve regalos debajo del árbol de Navidad.

¿Por qué nos emocionan tanto los regalos? Más allá del materialismo, los regalos significan gracia y amor. Un regalo es, por definición, algo que no nos merecemos. Si te lo merecieras, sería un pago, un premio. Los regalos van más allá. Alguien ha gastado tiempo, energía y dinero pensando en ti. Algunos regalos se dan por obligación, pero un buen regalo nos hace sentir especiales, valorados, y amados.

Los regalos nos muestran algo de la persona que los da, pero sobre todo revelan mucho de quiénes somos: si recibes una suscripción anual al gimnasio, eso habla de ti. Si recibes un libro sobre cómo dejar de fumar, eso habla de ti. Habla de nuestras necesidades.

Los sabios de Oriente, a quienes hemos llamado los Reyes Magos (que seguramente ni eran tres, ni eran reyes), trajeron regalos: oro, incienso y mirra (Mateo 2:11). Por un lado, esto revela que eran ricos, poderosos y sabios. Pero no trajeron los regalos para recibir algo a cambio, ni para sobornar o pedir favores, ni siquiera porque pensaran que se necesitaran. Leemos que vienen a adorar a Jesús (v. 2).

Por otro lado, ¿cuál es el significado de los regalos de los Reyes Magos? ¿Qué revelan sobre Jesús?

Dios se dio a conocer a estos magos de una cultura lejana que, a pesar de todo, eran buscadores de la verdad. ¿Qué les habría revelado Dios a estos sabios magos para hacer semejantes regalos? Sus regalos anuncian dos cosas sobre Jesús: que es Rey y que es Salvador.

La historia de la Navidad nos dice que Dios nos ha hecho el mayor regalo que alguien podía imaginar. El apóstol Pablo lo llama un don inefable, es decir, “un regalo tan bueno que es indescriptible”. Nadie mejor que Dios sabe qué es lo que necesitamos, porque nadie te ama más que Dios. Y nadie te ha dado un regalo más grande que Dios: se ha dado a sí mismo como regalo.

Ahora, ¿qué dice este regalo sobre nosotros, los que recibimos el regalo? El teólogo Donald Carson lo ha dicho así:

Si Dios hubiera percibido que nuestra mayor necesidad era económica, nos hubiera mandado un economista. Si… entretenimiento, un artista. Si estabilidad política, un político. Si salud, un doctor. Pero percibió que nuestra mayor necesidad tenía que ver con nuestro pecado, con nuestro distanciamiento de Él, con nuestra profunda rebelión, con nuestra muerte, y nos envió un Salvador.

Yo sé que necesito un Salvador. No reconocerlo es decirle a Dios que está equivocado, que su regalo es una basura. Ignorar su regalo es insultarle. Rechazar su regalo es el sumun de la arrogancia.  Fíjate, un Salvador no se contrata. Un salvador, un héroe, por definición, es un regalo. Alguien que decide hacer lo que nadie más se atreve a hacer. Y eso es lo que hace Jesús.

Dios se da a nosotros como un regalo, no debajo de un árbol, sino subido a un árbol. Allí, en la cruz, su regalo de amor superó todos los demás. Pero Dios no se envía a sí mismo sólo como Salvador, sino como Rey. Lo que este corazón ingobernable más necesita es alguien ante quien doblar la rodilla, alguien a quien servir, alguien digno de adorar.

Estos filósofos y científicos seguramente llevaban décadas buscando la verdad, pero Dios les reveló que sólo una persona merecía su adoración. ¿Por qué? Porque Jesús es la Luz del mundo, el Príncipe de Paz. Él es el Cordero que quita el pecado del mundo, el Santo, la Roca firme, el Pan de Vida, el Buen Pastor, el Primero y el Último, el Creador. Él es el centro del universo. Hasta las estrellas se mueven para anunciar su venida. No es un simple bebé.

Que este año disfrutemos a los pies del único Rey y Salvador que puede ofrecernos perdón, esperanza y amor. Jesús es el único digno de adoración.

— Devocional escrito por Andy Wickham, director de Fundación Pontea.

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