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Escucha y perdona

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No creo que todos seamos capaces de reconocerlo porque nos hace vulnerables y frágiles, y nadie quiere sentirse así. Pero estoy convencido de algo que todos necesitamos: que Dios nos escuche y nos perdone.

Esta idea no ha llegado a mi así de repente como consecuencia de una larga reflexión. Es la conclusión a la que llegó alguien único, el rey al que Dios concedió más sabiduría que a nadie. (1 Reyes 3:10-12) .

Una vez terminaron de edificar el templo, Salomón oró delante del altar del Señor y en presencia de toda la asamblea de Israel. (1 Reyes 8:22) Después de alabar a Dios, pedirle que cumpliera la palabra que dio a su padre David y reconocer que no hay lugar que pueda contener la presencia de Dios, Salomón le suplica a Dios lo que comentaba al principio:

«Y escucha la súplica de tu siervo y de tu pueblo Israel cuando oren hacia este lugar; escucha tú en el lugar de tu morada, en los cielos; escucha y perdona.» (1 Reyes 8:30)

Entonces Salomón dedica gran parte de su súplica (lo leemos en los 23 versículos siguientes) describiendo situaciones probables en las que su pueblo necesitaría ser escuchado y perdonado.

Y es que alguien con la sabiduría que Dios le concedió a Salomón sabía que:

¿Alguna vez has pensado en esto? ¿O es que nuestras necesidades son distintas?

Creo que hoy seguimos necesitando que Dios nos escuche. Nuestras almas siguen necesitando que Dios escuche nuestras oraciones de agradecimiento y de reconocimiento de que nuestras vidas no son perfectas delante de Dios. No creo que seamos mejores que David, que pide a Dios que le escuche cerca de 20 veces en los salmos.

Y lo mismo nos pasa con el perdón. Todos necesitamos el perdón de Dios porque Él está perfectamente informado de lo que pensamos, sentimos y hacemos. Por ello necesitamos que nos escuche y nos perdone. Porque aunque la sangre de Cristo nos haya limpiado de todo pecado, seguimos necesitando de su gracia cada día.

Pero es algo que también quiere que practiquemos con los que tenemos alrededor. Dios también quiere que escuchemos y perdonemos porque enmedio del mundo de polémica y odio podemos mostrar el amor de nuestro Salvador.

¡Con el trabajo que nos cuesta a todos!

Pero recordemos que el mismo Jesús que escuchó los gritos de aquellos ciegos y se detuvo para mostrar su compasión y sanarles, pidió el perdón para los que le estaban crucificando aunque no dieron ninguna muestra de arrepentimiento  (Lc.23:34)

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