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Inteligencia, dominio propio y esperanza – J.Varela

«Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado.» 1ª Pedro 1:13

El apóstol Pedro era un hombre impulsivo y de acción. En aquellos tiempos donde se vestían con largas túnicas, cuando había que realizar alguna tarea o trabajo que requiriese fortaleza y movimiento, se recogían las túnicas a la cintura y se ajustaban con el cinturón. El concepto a aplicar es que debemos esforzarnos por cuidar nuestra mente pues ahí está el verdadero terreno de batalla. Debemos llevar una vida de santidad aplicando razón, inteligencia y buen juicio a todos nuestros pensamientos y planteamientos, recordando que es en la mente donde se generan las semillas de nuestros actos.

Un cristiano que no piensa, está destinado a ser juguete de sus emociones, prisionero de sus deseos, y títere en las manos del enemigo. El apóstol también nos anima a que seamos sobrios, pues la sobriedad y la mansedumbre son conceptos que comparten la idea de equilibrio y dominio propio, no hacer nada en exceso.

Esa vida de santidad donde llevamos cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo (2 Cor.10:5) debe provocar un carácter doblegado a la voluntad de Dios, no sujeto a las pasiones desordenadas de nuestra mente carnal y donde se ejercite el control y el dominio propio. Sobriedad de carácter.

Finalmente somos animados a poner toda nuestra esperanza en la gracia de Dios, no en nuestras fuerzas, ni en nuestros recursos. Pareciera una contradicción pues si somos animados a pensar y actuar con entendimiento y con inteligencia, luego se nos pide que no pongamos nuestra esperanza en otra cosa que no sea la gracia de Dios.

El concepto a entender es que finalmente y por encima de todas las cosas, la gracia es suficiente, pero no excluyente. Dios nos pide inteligencia y sobriedad, esa es nuestra parte finita y limitada, destinada a pulir nuestro carácter y hacernos más maduros en el Señor. Pero el motor, la cobertura, la confianza y la seguridad de nuestras vidas, no descansa en nada de eso, sino en la GRACIA de Dios, que es como el colchón afectivo y tierno donde podemos descansar a pesar de nosotros mismos, de nuestras limitaciones y a pesar aún de las circunstancias.

Inteligencia, sobriedad y esperanza son rasgos distintivos y complementarios de un carácter maduro sometido a la voluntad del Padre. Gracias te damos Señor por comprendernos, conocernos y aun así amarnos incondicionalmente, a pesar de nuestras limitaciones y luchas.

Juan Varela es director del Instituto de Formación Familiar (INFFA) y autor de “Tu matrimonio sí importa” entre otros libros. Hoy recomienda el libro «El despertar de la gracia» de Charles R. Swindoll.

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