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Jesús, el intérprete de Dios

devocional-4-marzo-2016


El Hijo de Dios se vistió de piel humana. En Jesús el misterio de la encarnación introdujo a Dios en nuestra historia. Jesús es el intérprete de Dios, la exégesis de Dios, el Verbo de Dios. Él mismo es Dios. Él y el Padre son uno. Quien ve a Jesús, ve al Padre. El apóstol Juan escribe: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios” (Juan 1:1).

Además, afirma: “A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer” (v. 18). Jesús es el intérprete de Dios porque posee los mismos atributos de la divinidad. En el principio el Verbo ya existía. El Verbo no tuvo inicio. Él es antes del inicio. Él es el Padre eterno. En verdad, todas las cosas llegaron a existir por medio de Él. “Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho” (v. 3).

El Verbo de Dios es eterno. Él está fuera del tiempo y más allá del tiempo. Él es trascendente sin dejar de ser inmanente*. Posee no solo el atributo de la eternidad, sino también de la omnipotencia, ya que fue el agente de la creación. De la nada, creó todo. Creó los mundos estelares, el vastísimo e insondable universo con sus billones de estrellas.

Aquel niño acostado en el pesebre de Belén es el mayor misterio de la historia, la propia encarnación de la divinidad. Jesús es Dios entre nosotros. ¡Es Emanuel!

*La palabra inmanente se refiere a aquello inherente a algún ser o que se presenta unido a ese ser de una manera inseparable a su esencia porque forma parte de su naturaleza y no depende por tanto de algo externo. vía

Devocional del libro “Gotas de Consuelo para el Alma” escrito por Hernandes Dias Lopes. Publicado con permiso de Clie.es.

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