«A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa. » Marcos 2:11
Donde Jesús llegaba, las multitudes concurrían. Jesús acababa de llegar a Capernaúm y una multitud se juntó para oírlo. En la casa donde Jesús estaba no había espacio para nadie más. Allí se encontraba un paralítico que necesitaba un milagro.
Cuatro amigos cargaron al cojo por la calle, pero cuando llegaron a la casa donde Jesús estaba, la multitud no abría espacio.Determinados a ayudar al paralítico, subieron con él al tejado, descubrieron un terrado y descendieron el lecho en el que yacía el enfermo en el punto exacto donde Jesús estaba.
Viendo la fe de ellos, Jesús dijo al paralítico: “Hijo, tus pecados te son perdonados” (v. 5). Los escribas pensaron: Jesús blasfema, pues solo Dios tiene poder para perdonar pecados. Ellos estaban correctos en su teología. Solo Dios puede perdonar pecados. Pero Jesús prueba su divinidad ordenando al paralítico: “Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa”.
Inmediatamente, el hombre se vio curado, se levantó y salió a la vista de todos. Ese hombre fue cautivo y regresó libertado, fue cargado y regresó cargando, fue a buscar una bendición y regresó llevando dos. Además de recibir la sanidad física, recibió también el perdón de sus pecados y la salvación de su vida.
Jesús también puede perdonar tus pecados y hacer un milagro en tu vida.