«La justicia del perfecto enderezará su camino; mas el impío por su impiedad caerá.» Proverbios 11:5
Warren Wiersbe, ilustre escritor americano, tiene razón cuando dice que la crisis más grande de la actualidad es la crisis de integridad. Ella está presente en los palacios y en las cabañas; entre los ricos y entre los pobres; dentro de las familias e inclusive dentro de las iglesias. La falta de integridad es un cáncer moral que enferma mortalmente nuestra sociedad.
Y en ese mar de corrupción, el íntegro es una isla que levanta su bandera y hace oír su voz. La justicia del íntegro endereza su camino. Aunque atraviese desiertos ardientes, recorra valles oscuros y ande por caminos estrechos sobre pantanos peligrosos, el íntegro llega a su destino sano y salvo. Pero la impiedad es una trampa mortal para el impío. El hombre injusto planea el mal contra el prójimo y cae en esa trampa. La persona perversa gasta sus energías planeando estrategias para explotar al prójimo y enriquecerse ilícitamente, pero sus artimañas planeadas en lo oscuro de la noche se vuelven contra sí mismo. Su mal cae en su propia cabeza. El impío puede inclusive escapar por un tiempo, pero no toda la vida. Puede librarse del juicio de los hombres, pero jamás será inocente en el juicio divino.
Por su impiedad cae el perverso, pero la justicia del íntegro endereza su camino.