En la plaza de la sede de las Naciones Unidas hay varios monumentos dedicados a la paz, y uno de ellos se conoce como el Muro de Isaías porque en él está escrito Isaías 2:4, «y volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra».
Me parece curioso y bonito que en la ONU haya un versículo con una promesa de paz entre las naciones. Pero si lo buscamos en la Biblia, comprobaremos que falta la primera frase del versículo: «Y juzgará entre las naciones y reprenderá a muchos pueblos».
Interesante. La paz entre los pueblos suena muy bien, gusta a todos, pero Dios juzgando y reprendiendo, ya no tanto. Pero esta promesa de paz entre las naciones es también consecuencia del versículo anterior, en el que se dice que esas naciones se someten al Dios que juzga y corrige, le aceptan como Señor y se comprometen a seguir sus caminos.
Otro ejemplo: en la sede de la CIA tienen cincelado en mármol otro versículo de la Biblia:«conoceréis la verdad y la verdad os hará libres» (Juan 8:32).
Pero, como el caso del versículo de Isaías, no estamos ante una frase suelta. Tiene contexto. Jesús está hablando a gente que ha creído en Él. En el versículo anterior les dice: «Si vosotros permanecéis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos». Y como consecuencia de esto llegamos al versículo que hay en la CIA: «y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres». Y es que solo Jesús, que es la verdad, pueda dar la verdadera libertad, como dice el texto. Somos libres cuando le seguimos y obedecemos.
Y, por último, otra frase que se suele escuchar es «el amor al prójimo». Pero vamos de nuevo a situarla en el contexto. En Mateo 22:39, Jesús dice que, «amar al prójimo como a ti mismo», es el segundo de los mandamientos en los que se resume la ley y los profetas, pero antes ha dicho que el primero es: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente». Pero eso ya no suena tan bien…
En los tres casos se resalta una frase bonita de la Biblia, pero se quita lo que no interesa. Y, curiosamente, en los tres casos, lo que no interesa es todo lo relacionado con la acción de Dios. Aunque es muy bonito hablar de paz, verdad, libertad y amor, si quitamos a Dios de la ecuación, todo acabará en frustración y desilusión.
Y esto es algo que nos puede pasar a los cristianos: fijarnos solo en aquello que nos gusta de lo que Dios nos dice. Por ejemplo, Hebreos 11: ¡los héroes de la fe! Resulta emocionante leer sobre personajes como Enoc, Noé, Abraham y Moisés. Lo fácil nuevamente es detenernos ahí, dejando solo lo que nos gusta. Pero el texto continúa hablando de otros héroes de la fe que fueron ejecutados de formas terribles, encarcelados, maltratados, angustiados, pobres, etc.
La fe cristiana no es un bufet en el que elegimos nuestros platos preferidos y dejamos a un lado lo que no nos gusta. No podemos hacer como ese novio en la boda cuando en las promesas le preguntaron: «¿Prometes a amar a tu esposa en lo bueno y en lo malo; en la riqueza y en la pobreza; en la salud y en la enfermedad?» Y contestó: «sí, no; sí, no; sí, no…»
Cuando seguimos a Jesucristo, lo hacemos con todas las consecuencias. Y si no somos conscientes de eso, nos espera mucha desilusión y frustración.
Romanos 5:3-5 nos recuerda que, en medio de la tribulación, el creyente puede acabar encontrando una esperanza que no avergüenza, no defrauda, porque tiene su confianza puesta en Dios, que ha derramado su amor en nuestros corazones. Aunque no entendamos lo que nos está pasando, esperar y confiar vale la pena porque Dios no nos va a defraudar. Llegará un día, cuando estemos con Él en la eternidad, en el que todo tendrá sentido. Así que confiemos en nuestro Señor, sigámosle con todas las consecuencias, no solo en la parte que nos interese o nos guste.
— Devocional de Miguel Ángel Gómez, autor de la serie juvenil «El diario de Álex», además de cinco novelas de intriga y suspense.