Las palabras, «No estamos haciendo bien. Hoy es día de buena nueva, y nosotros callamos» no fueron pronunciadas por personas brillantes ante los ojos de todos sino por cuatro personas despreciadas, personas apartadas de la sociedad debido a su enfermedad. No sabemos los nombres de estos cuatro leprosos pero fueron los únicos que arriesgaron sus vidas para buscar una salida y seguir adelante en la situación tan desesperada que les tocó vivir a los habitantes de Samaria.
Samaria fue sitiada por Ben-adad, rey de Siria (2 Reyes 6:24) y la pobreza fue tan intensa que algunos habitantes llegaron a practicar canibalismo (2 Reyes 6:28-29). En aquellos momentos tan tristes Eliseo profetizó que todo cambiaría al dia siguiente (2 Reyes 7:1) y que sepamos, una persona de confianza del rey de Israel no le creyó.
Pero el plan divino ya estaba activado.
Cuatro leprosos que estaban a la entrada de Samaria se dijeron:
2 Reyes 7:3b ¿Para qué nos estamos aquí hasta que muramos? 4 Si tratáremos de entrar en la ciudad, por el hambre que hay en la ciudad moriremos en ella; y si nos quedamos aquí, también moriremos. Vamos, pues, ahora, y pasemos al campamento de los sirios; si ellos nos dieren la vida, viviremos; y si nos dieren la muerte, moriremos.
No había muchas alternativas ¿verdad? Pero era arriesgar lo único que les quedaba.
Recuerda esto: «En cuanto al leproso que tenga la infección, sus vestidos estarán rasgados, el cabello de su cabeza estará descubierto, se cubrirá el bozo y gritará: ¡Inmundo, inmundo! 46 Permanecerá inmundo todos los días que tenga la infección; es inmundo. Vivirá solo; su morada estará fuera del campamento.” Levítico 13:45-46
Estaban solos, nadie les quería ni les ayudaría y no esperaban nada más que la muerte.
Así que anduvieron a lo desconocido, sin absolutamente ninguna garantía de que su vida fuese a mejorar. Pero Dios les mostró una salida que cambiaría la historia de la ciudad.
«6 Jehová había hecho que en el campamento de los sirios se oyese estruendo de carros, ruido de caballos, y estrépito de gran ejército; y se dijeron unos a otros: He aquí, el rey de Israel ha tomado a sueldo contra nosotros a los reyes de los heteos y a los reyes de los egipcios, para que vengan contra nosotros.7 Y así se levantaron y huyeron al anochecer, abandonando sus tiendas, sus caballos, sus asnos, y el campamento como estaba; y habían huido para salvar sus vidas.»
Habrás notado que Dios crea y guía las historias bíblicas de una manera increíble. Incluso a veces, el Gran Comunicador nos enseña a través de personajes bíblicos que de otra manera pasarían desapercibidos.
Pero sigamos descubriendo esta apasionante historia: «Cuando los leprosos llegaron a la entrada del campamento, entraron en una tienda y comieron y bebieron, y tomaron de allí plata y oro y vestidos, y fueron y lo escondieron; y vueltos, entraron en otra tienda, y de allí también tomaron, y fueron y lo escondieron.»
Así que llegaron y no se lo pensaron mucho: Comieron, bebieron y tomaron aquello que podría ayudarles a comenzar una nueva vida.
«Luego se dijeron el uno al otro: No estamos haciendo bien. Hoy es día de buena nueva, y nosotros callamos; y si esperamos hasta el amanecer, nos alcanzará nuestra maldad. Vamos pues, ahora, entremos y demos la nueva en casa del rey.»
¿Somos conscientes de los acontecimientos? Los cuatro leprosos, despreciados por todos, arriesgaron sus vidas (que por otro lado era lo único que les quedaba) fueron guiados por Dios hasta una salida a su miseria y aunque podrían haber abandonado a sus conciudadanos y comenzar una nueva etapa, se dieron cuenta de que no lo estaban haciendo bien. No debían ser egoístas sabiendo que su ciudad estaba desesperada y debían informar a todos de la buena nueva.
Y así lo hicieron, gritaron lo que había sucedido a los guardas de las puertas de la ciudad, éstos lo anunciaron al palacio del rey y, aunque al principio nadie confió en la palabra de aquellos leprosos, finalmente se cumplió la profecía de Eliseo: «Mañana a estas horas valdrá el seah de flor de harina un siclo, y dos seahs de cebada un siclo, a la puerta de Samaria.» 2 Reyes 7:1
Aquellos leprosos fueron conscientes de que aunque todos les despreciaban, también los necesitaban y no podían estar callados durante más tiempo. En lugar del bienestar temporal que podrían conseguir, pensaron en el futuro de la ciudad a la que no les habían dejado entrar.
Para mi la actitud de los leprosos representa un gran desafío. Porque ¿quién es capaz de ofrecer esperanza cuando la mayoría te da la espalda? ¿Quién es generoso compartiendo las buenas noticias cuando la sociedad (e incluso muchos de los que nos llamamos cristianos) vivimos en un ambiente constante de polémica y agresividad?
Estos leprosos tenían todo el derecho para actuar de otra manera, pero hicieron lo correcto.
¿Qué nos sucede a nosotros en ocasiones con el Evangelio? ¿No es cierto que callamos aunque sabemos las bendiciones eternas que Dios traería para nuestros vecinos, amigos y familiares? ¿No es cierto que aunque somos conscientes de lo que hemos recibido nos falta compasión por el que tenemos a nuestro lado?
Sería una bendición enorme para los que nos rodean que cada día hubiera más cristianos reconociendo como aquellos leprosos: «No estamos haciendo bien. Hoy es día de buena nueva, y nosotros callamos»
Porque callamos en demasiadas ocasiones. Incluso a veces pensamos que nosotros no valemos para compartir nuestra fe o que otra persona tiene más responsabilidad y sería más eficaz que nosotros.
Aquellos leprosos despreciados por todos, fueron guiados por Dios para comunicar la buena noticia que ofrecería esperanza y bendiciones temporales a la ciudad de Samaria, pero la buena noticia del Evangelio que tu y yo podemos compartir hoy, ofrece una esperanza eterna. Te ruego que lo pienses, ores al Señor para que te guíe y no calles.
Devocional de Abraham Sampedro, colaborador en Librería Abba.