E hizo voto, diciendo: “Jehová de los ejércitos, si te dignas mirar a la aflicción de tu sierva […], sino que das a tu sierva un hijo varón, yo lo dedicaré a Jehová todos los días de su vida…1 Samuel 1:11
Sé que tienes sueños. Todos tenemos. El que no sueña no vive; quien renunció a soñar renunció a vivir. Pero es probable que hayas perdido tus sueños más hermosos por los caminos de la vida. Tal vez tus sueños se han convertido en pesadillas. Incluso es posible que ya hayas renunciado a tus sueños y los hayas enterrado. Pero yo te animo a llevar esos sueños a la presencia de Dios nuevamente. Porque para el Señor, nada es imposible.
Ana tenía un sueño, el sueño de ser madre. Pero Ana era estéril. Su vientre era un desierto. A pesar de las circunstancias desesperadas, Ana creyó que Dios podía hacer un milagro en su vida. No perdió la esperanza, incluso en contra de la esperanza. No renunció a la oración, a pesar del tiempo que pasaba. No dejó de llorar delante de Dios, a pesar de que todo el mundo a su alrededor trató de hacerle renunciar. Ana tomó posesión de la promesa de Dios, en vez de nutrir la amargura en el alma. Ana salió de la casa de Dios con el rostro radiante de alegría y de la promesa de victoria en sus manos. Ella regresó a su casa y cohabitó con su esposo, Dios se acordó de ella, y concibió Ana, dio a luz a su hijo Samuel.
Devocional del libro “Gotas de Alegría para el Alma” escrito por Hernandes Dias Lopes. Publicado con permiso de Clie.es