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Positividad tóxica

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Lo llaman «positividad tóxica». Es cuando le respondes a tu amigo que acaba de perder su trabajo con alguna frase optimista como «¡Al menos ahora tienes todo el tiempo libre del mundo! Podría ser peor. Piensa en lo mucho que vas a aprender de esto». ¿Será un comentario de buenrollista o algo que hace daño? Dar un toque positivo a la experiencia traumática de otro se conoce como whitelighting, «blanquear con luz». El problema es que bañar en luz la crisis de otra persona hace que se sienta silenciada, juzgada, incomprendida.

El deseo de aportar vitalidad al amigo destrozado es un paso en la buena dirección, pero hay que reconocer la legitimidad de su tristeza. Si su lamento nos incomoda, en vez de barrerlo de en medio, es mucho mejor decir algo como «Cuánto lo siento, qué golpe más duro». Al darle espacio para responder o no, evitamos deshumanizar sus emociones. Es empatizar en vez de endulzar o negar.

La positividad se vuelve especialmente dañina cuando se trata de personas que sufren abusos. Al subestimar la gravedad de lo que está pasando, acabamos animando a que permanezca en una situación insostenible. El pensamiento positivo a menudo resulta tan eficaz como una tirita sobre una herida de bala. En vez de curar, produce una supresión emocional que es destructiva para nuestros cuerpos, mentes y relaciones sociales. Para funcionar bien, necesitamos aprender a navegar por las tempestades, manejar el malestar para gestionar los problemas que trae la vida real. A veces toca quejarnos, como defiende Lesley Gore en la canción de 1963 It’s My Party: tenemos derecho a llorar en la fiesta.

Las Escrituras reconocen toda la gama de sentimientos que marcan la experiencia humana. Las personas no están hechas de piedra. Reprimir las emociones fuertes solo las convierte en úlceras o migrañas. Es mucho mejor aprender a canalizarlas con la ayuda del Señor. Hay un texto en los Salmos que nos da algunas pistas:

¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra. Mi carne y mi corazón desfallecen; mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre. (Salmo 73:25)

El poeta sugiere, en primer lugar, la conveniencia de enfrentarse con el desmayo: «mi carne y mi corazón desfallecen». Es una visión realista. Señala una debilidad física y un destrozo anímico. El poeta mira para dentro y ve heridas de bala; no son pequeños rasguños. En vez de tararear refranes optimistas, da rienda suelta a su angustia y dolor. Es lo que hace Job cuando contesta a sus amigos: «¿Pretendéis censurar las palabras de un desesperado, que son como el viento?». O como dice luego: «mi corazón se consume dentro de mí».

En segundo lugar, el texto alude al punto de partida hacia la sanación: establecer un nexo con Dios. Dice «¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti?». El salmista sabe que puede contar con la ayuda del Señor porque tiene una relación personal con él. Dios no es una teoría abstracta. No es una ideología ni una filosofía de buena vida. Es una conexión real basada en la fe en sus promesas acerca de un Redentor que sería Jesucristo. Cuando alguien se arrepiente de sus males y confía en Cristo como Señor, empieza una amistad con Dios que nada puede romper.

Por último, afirma que espera el desenlace del Señor: «la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre». Sabe que Dios puede modificar circunstancias, dar sabiduría para decisiones, impartir luz a la mente para ver las cosas de manera diferente. Dios puede traer calma en medio de la tempestad, esperanza en el día más oscuro. La persona que ha confiado en Cristo cuenta con su promesa: «Siempre te ayudaré».

La positividad fuera de tiempo puede ser tóxica. El refrán de «a mal tiempo buena cara» simplemente no funciona, sino deprime más. Es mucho mejor seguir el método bíblico: enfrentarse con el desmayo, establecer un nexo con Dios, esperar el desenlace que él proveerá para los suyos: en su tiempo y a su manera. Esto puede ser tu experiencia. Es una promesa para mí y también para ti.

— Devocional de Esteban Rodemann, que durante la pandemia empezó a publicar una promesa bíblica para cada día. Desde entonces estos cortos vídeo devocionales han llegado cada día a más de 500 hogares en toda la península. Se han reenviado hasta Noruega, Francia, Argelia, Ecuador y otros países. ¡Es que la Palabra de Dios trae alimento al corazón!

Disfruta del devocional completo en vídeo:

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