Ambición: (n) Deseo ardiente de conseguir algo, especialmente poder, riquezas, dignidades o fama.
A algunos les sobra, y a algunos nos falta. No creo que la ambición sea mala. A veces le pido a Dios que me dé más. Pero sí creo que a veces refleja los deseos desordenados de nuestros corazones, y se convierte en un fuego que, a veces, arrasa todo lo que encuentra. Más que cuestionar el querer llegar tan alto, la pregunta que planteo es: ¿por qué quieres llegar tan alto?
¿Es porque buscas ganarte el respeto o la aceptación de otros a través de tus logros? ¿Es porque buscas validar tu existencia? Si es así, me atrevo a advertir que, como tantos otros, descubrirás que la sed que pretendes apagar no se apaga. Uno de mis escritores favoritos, James K. A. Smith, pregunta: «¿Y si, enterrado en tu ambición, yace el deseo de algo más, de alguien más? ¿Explicaría eso nuestra constante decepción?»
Me imagino la ambición como gasolina: puesta en el lugar adecuado, puedes llegar más lejos. Si vas en la dirección equivocada, solo te alejas más y más de lo que realmente quieres. Y si la pongo en el lugar equivocado, o en mala mesura, igual termino envuelto en llamas. Por otro lado, sin ella no voy a llegar muy lejos. Reconozco, una vez más, que a veces la echo en falta para afrontar el miedo o la pereza.
Una vez más la pregunta clave es por qué. Si busco avanzar para ganarme algo, en la vida, igual nunca llego. Pero si ya he llegado, puedo avanzar sin miedo.
En una ocasión, Jesús de Nazaret anuncia una paradoja: «El que quiera salvar su vida, la perderá» (Mateo 16:25). ¿Te has sentido así alguna vez? ¿Como que te esfuerzas muchísimo en conservar algo, y parece que el esfuerzo no hace más que alejarnos? Creo que esa frase esconde más profundidad y relevancia de la que nos imaginamos muchas veces, incluso para aquellos que seguimos a Jesús. El que le encuentra a Él, en cambio, y deja de intentar conservar o salvar su propia existencia, hallará vida. Otro día hablaremos de la rica definición de esa palabra.
Smith concluye: «No tengo que esforzarme en conseguir que Dios me ame, sino que, puesto que Él me ama incondicionalmente, tengo la libertad de tomar riesgos y de aventurarme a lo profundo».
Y tú, ¿por qué quieres llegar tan alto?
— Devocional escrito por Gerson Mercadal, comunicador de Fundación Pontea.