“Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia para conmigo no resultó vana; antes bien he trabajado mucho más que todos ellos, aunque no yo, sino la gracia de Dios en mí”. (1 Corintios 15:10)
El apóstol Pablo siempre fue una persona muy trabajadora – incluso antes de conocer a Cristo. Cuando leemos la historia de su vida antes de Cristo, en el libro de Filipenses (capítulo 3), vemos que siempre fue una persona que se esforzó mucho. Conocía la ley “de pé a pá” y trabajaba con todas sus fuerzas para conseguir sus metas –incluso cuando su meta era destruir la iglesia.
Pero algo sucede en la vida de Pablo cuando le entrega su vida a Cristo. Pasa de hacer las cosas en sus propias fuerzas y enorgullecerse de su trabajo, a reconocer que lo que hace el trabajo es la gracia de Dios en él. Aunque sigue siendo igual de trabajador, ahora sabe que todo se lo debe a Cristo y por lo tanto ya no puede enorgullecerse de su trabajo, sino que solo puede darle la gloria a Dios.
Como cristianos, muchas veces podemos caer en intentar hacer cosas para Dios con nuestras propias fuerzas. Disfrazamos nuestro perfeccionismo llamándolo “excelencia” y, aunque la mayoría de las veces el deseo de nuestro corazón es darle la gloria a Dios, no podemos evitar querer algo de reconocimiento. Es solo a través de una revelación de Su gracia que podemos ser libres de querer gloria.
Pablo vivía tan consciente de la gracia de Dios– dada a través de la cruz– que incluso llegó a decir “lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo ha sido crucificado para mí y yo para el mundo” (Gálatas 6:14 RVR95). ¡el mundo había sido crucificado para él! ¡Ya no le importaba nada! La aprobación, la opinión y el reconocimiento del mundo le dejó de importar.
Así que, ¿cómo podemos crecer en nuestra revelación de su gracia? La clave está en el versículo de Gálatas que acabamos de leer: Al recordar el sacrificio de Su cruz, recordamos Su gracia. Sabemos que somos libres del pecado gracias a la cruz de Cristo, pero muchas veces se nos olvida todo lo demás que vino incluido con nuestra libertad del pecado. No solo somos libres del pecado, sino que también tenemos al Espíritu Santo y tenemos acceso diario a Su presencia. En su presencia podemos recibir paz, fuerza, gozo, amor ¡y mucho más! Todo lo que necesitamos está en Él y “todo es por Él y para Él” (Romanos 11:36).
Al igual que debemos evitar espiritualizar nuestra pereza, también debemos evitar el trabajar para recibir aceptación y reconocimiento del hombre. “Acumulemos tesoros en el cielo” (Mateo 6:20) y enfoquémonos en la hermosa cruz de nuestro salvador. Es solo allí donde recibiremos una revelación más profunda de Su gracia.
Oración: Señor, perdóname por enorgullecerme y querer gloriarme. Tú eres el que me da las fuerzas y el talento para hacer todo lo que hago. Gracias por tu cruz y por tu gracia. Continúa revelándome más y más de tu gracia para poder ser libre de la necesidad de aprobación y reconocimiento.
Devocional de Jaz Jacob, reconocida compositora y líder de alabanza. Su canción «Perfume a tus pies» se ha convertido en uno de los temas más cantados por las iglesias en español.