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Enséñanos a orar: 5 claves para tu vida de oración hoy

«¿No os parece que estamos rascando la superficie de la vida espiritual? Leemos libros, leemos la Biblia, oímos predicaciones y sabemos que hay mucho más».

Eso fue lo que me dijo uno de mis pastores al jubilarse. Y creo que no es solo una percepción o sensación. Muchos no hemos experimentado la oración ni una relación profunda y entrañable con Dios. Nos falta conocerle más de cerca.

El primer mandamiento no es «sé un misionero» o «trabaja quince horas al día por el Señor». No, el primer mandamiento es «amarás a Dios».

Vivimos ajenos a una vida mucho mayor que está a nuestro alcance, pero al estar dormidos y hambrientos, no la aprovechamos. ¿Cómo podemos empezar a cambiar hoy mismo? La oración es primordial para profundizar en nuestra comunión con Jesús.

1. Pídele a Dios que te dé el deseo de orar.

Lo primero que tenemos que orar es que el Señor despierte en nosotros espíritu de oración. Que nos dé el deseo y nos despierte espiritualmente. Debemos descubrir que Dios da poder para vivir una vida cristiana sana y vencer el pecado; no podemos vivir una vida gozosa sin orar.

«Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil» (Marcos 14:38). Pellízcate a un lado, a la carne no le gusta orar. Le gusta descansar, dormir, le gusta el entretenimiento, pero no le gusta buscar a Dios. Pero es necesario orar para no ser vencido por el pecado.

Cuando no oramos le estamos privando a nuestra alma del mayor bien. Necesitamos ejercitarnos en la oración, progresar en la oración, dedicarnos a la oración.

2. Observa cómo oró Jesús y pídele que te enseñe.

«Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos» (Lucas 11:1).

No le dijeron: «enséñanos a caminar sobre el agua» o «enséñanos a sanar».

Alguien dijo: «El Señor no nos enseñó a predicar, y predicamos; no nos enseñó a construir templos, ni a administrar. Pero sí nos enseñó a orar».

3. Acércate a personas de oración.

Conozco a algunas personas que son personas de oración. Pero no hablan de su vida de oración, quizás por modestia, y yo quisiera aprender de ellos.

Jesús era una persona de oración, Él oraba. También se llevaba a los discípulos aparte y oraba, lo veían orar. Además, con frecuencia buscaba lugares desiertos, y oraba. ¡Y era una persona ocupada! Esto nos lleva al siguiente punto clave.

4. Haz de la oración una prioridad hoy mismo, aunque estés ocupado.

Hubo un momento crítico en la vida de Jesús, cuando le anuncian la muerte de Juan (Mateo 14:13). Los discípulos le cuentan a Jesús que Juan ha muerto, y al oírlo se retira a un lugar desierto. ¿Qué iba a hacer? ¡Orar! Pero no pudo: miles de personas desesperadas le buscan y Él las atiende porque tiene compasión de ellas.

En el versículo 23 leemos que alimenta a los cinco mil, los despide y se retira al monte a orar solo. Llevaba todo el día sanando, enseñando, alimentando… ¿Estaría cansado? Y ¡se va a orar! Eso nos muestra la prioridad que Jesús tenía: orar. Orar siempre. Orar mucho tiempo. Orar como una prioridad.

5. Incrementa el tiempo que dedicas a la oración.

Un comentarista dijo que nosotros tenemos más cosas que tratar en oración que Jesús con su Padre. Por ejemplo: Jesús no necesitó confesar sus pecados, ¡nosotros sí!

La Biblia habla de ser constantes en la oración (Rom 12:12), de velar, de buscar al Señor y permanecer en Él (Juan 15:5). ¿Qué es permanecer?

No es ir de paso, como cuando paras en una gasolinera, compras una botella de agua y te vas. Permanecer es mudarte con todo lo que tienes para vivir mucho tiempo allí. Permanecer es instalarte en un sitio, y permanecer en el Señor es vivir en su presencia, de manera continua, permanente.

Muchas veces se ha dicho: «Lo importante no es cuánto tiempo le dedicas al Señor, sino que sea un tiempo de calidad». Eso es falso, suena bien, pero no es cierto. Para que haya momentos de calidad, tiene que haber cantidad de momentos. Por ejemplo, si yo hago un viaje largo en coche contigo y hablamos, puede haber muchos silencios, conversaciones superficiales, pero después de tiempo juntos llegamos a un momento de intimidad y conexión donde surge un momento relevante. Para que haya esos momentos, tenemos que pasar tiempo. Hace falta tiempo para conocer a una persona. Con Dios es igual.

Oro que hoy no te quedes en la superficie, rascando lo que puedas, sino que vayas más profundo. Y que, como Elías, tras refugiarte en Dios, puedas decir: «Vive Jehová, en cuya presencia estoy».

— Devocional de Julio Martínez Moreno-Dávila. Vive en Madrid con su esposa María del Mar y son miembros de la iglesia en Suanzes. Trabaja en el sector de la tecnología y publica habitualmente en distintos medios, como en Vidas en red y Estudios bíblicos.

¿Te interesa profundizar en la oración? Julio recomienda El cristiano de rodillas de un autor anónimo, publicado por la editorial Clie, y Abba, Padre de Pablo Martínez.

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