«Cuando los malhechores vinieron sobre mí para devorar mis carnes, ellos, mis adversarios y mis enemigos, tropezaron y cayeron.» Salmo 27: 2
¿Crees que en tu vida tienes enemigos? Al igual que la amistad, la enemistad puede estar presente en nuestro ámbito relacional ya que en este mundo donde hay personas hay conflictos. Los enemigos, sean del tipo que sean, lo son en tanto que son perjudiciales para nuestra integridad pero no sólo eso, sino que además existe una intencionalidad en ello.
La frase que hemos destacado forma parte de uno de los salmos de David, alguien quien aún siendo avalado por Dios tuvo multitud de enemigos durante su vida. Pero hay algo interesante en sus palabras: «mis enemigos tropezaron y cayeron». Y puede que la reacción de muchas personas que lean esto sea: «pues los míos ni tropiezan ni caen, ¡sino que persisten!». Hoy día nos podemos ver perjudicados no sólo por personas que intenten hacernos la vida imposible en el trabajo, la universidad o la misma familia sino también existen situaciones que en sí mismas pueden derrumbarnos: enfermedades, necesidades, luchas con vicios, distintos enganches. Todo ello mina nuestra integridad y nuestra paz.
Y cuando vas conociendo la vida de cualquier persona te das cuenta que no existe nadie que no pase en mayor o menor grado por todas ellas. ¿Has considerado la vida de David? Fue perseguido a muerte en varias ocasiones por el padre de su mejor amigo y rey de su propia nación, tuvo que fingir estar loco para evitar la muerte, peleó con el bando contrario y podríamos citar dos de los peores momentos de su vida: cuando perdió uno de sus hijos al nacer y, posteriormente, algo peor aún, el tener que ver cómo uno de sus propios hijos le persiguió para matarlo, organizando una revuelta contra él y terminando atravesado por una lanza de sus soldados. ¿Cómo puede David decir entonces que sus enemigos tropezaron y cayeron? Cuando alguien tropieza es culpable de su torpeza. Es decir que los intentos de sus enemigos fueron inútiles para frustrar a David y eso sólo se puede explicar por una razón: que la aspiración de David fuera mayor que el poder de cualquier enemigo.
«Una cosa he pedido y esa buscaré: que habite yo en la casa del Señor todos los días de mi existencia» -sigue diciendo David-. Éste es justamente el único deseo que nadie podrá arrebatarte jamás. En esta vida puedes desear tener una familia, buena salud, un gran trabajo, prosperidad económica, el bienestar de los tuyos y un montón de cosas más que aún siendo legítimas pueden cumplirse o no. Sin embargo el único deseo que jamás nadie podrá impedir que se cumpla es que habites en la casa del Señor todos los días de tu existencia. Porque todo, absolutamente todo lo que ha revelado Dios lo ha hecho con la finalidad de que eso se cumpla. Así que si ese es tu deseo nada ni nadie te defraudará jamás.
Motivo de oración: Que los cristianos deseen auténticamente estar con Dios por encima de cualquier otra cosa en este mundo.
Daniel Pujol es autor de “La fuga: ¿Por qué los jóvenes se van de la Iglesia?”
- Recomendación de Daniel: Gracia divina vs. Condena humana
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