Estoy seguro de que no soy el único al que le sorprenden algunos de los relatos bíblicos. Lo que sucede en las parábolas del buen samaritano, el hijo pródigo o incluso en la carta de Pablo a Filemón: Se repiten actitudes completamente inesperadas
¿O es que lo normal en aquella época era que un samaritano reaccionase ayudando a un judío, tratándolo mucho mejor que un sacerdote y un levita? ¿Y que un padre perdonara e hiciera fiesta al regresar el hijo que le abandonó y se gastó toda la herencia antes de tiempo? ¿Y el caso de Pablo y Filemón? Seguro que los hay, pero no conozco a muchos cristianos que busquen interceder e implicarse activamente en la reconciliación entre dos personas.
Pero estas actitudes, estas enseñanzas tan inesperadas están en la Biblia para nosotros. Porque esto es lo que necesitamos nosotros y los que tenemos a nuestro alrededor. Necesitamos reaccionar de esa forma tan inesperada que tiene alguien que conoce profundamente a Jesús.
Porque, ¿qué merecen nuestros pecados? ¿compasión? Si Dios fuera como a veces pensamos no se habría encarnado en Jesús para estar entre nosotros y entregar voluntariamente su vida sino que nos habría fulminado como muchas veces merecen nuestros pensamientos, palabras y actos. Pero Él actuó de una forma inesperada, entregándose, sacrificándose, sufriendo hasta el final para salvarnos. No sé tu, pero por más vueltas que le de, yo esto no me lo esperaba.
Sé que ahora no es fácil reaccionar como alguien que sigue a Jesús. Nunca lo fue. Lo más natural ahora es dejarse llevar por las emociones y los impulsos y desahogarse enseguida, sobretodo en las redes sociales, publicando lo primero que nos viene a la mente. Y como es lo natural, esto es lo que todo le mundo espera que hagamos.
Hoy quiero animarte a reaccionar de una forma inesperada. Porque es nuestra forma de mostrar la gracia que hemos recibido. Ya sé que esto no le gustará a algunas personas. Pero quiero animarte a buscar las reacciones del Jesús de los Evangelios y dejarte llevar por la gracia a la cual hacemos tantas veces referencia cuando predicamos. Si esta gracia inmerecida es la que nos sorprendió, nos quebrantó y nos atrajo a seguir a Jesús, ahora deberíamos practicarla cada día a lo largo de nuestra vida cristiana.
Tenemos el ejemplo de Jesús, que aunque «no se confiaba a ellos, porque conocía a todos» (Juan 2:24) «anduvo haciendo bienes» (Hechos 10:38) y compartió la Buena Noticia «lleno de gracia y de verdad». (Juan 1:14)