El saxofonista John Coltrane es uno de los más admirados en la historia del jazz. Su álbum más legendario, A Love Supreme, no falta hoy en ninguna colección discográfica que se precie. Más de treinta años después de su lanzamiento al mercado, el álbum consiguió el premio de la Recording Industry Association of America como uno de los mejores trabajos de la historia. El álbum había sido editado en el año 1964 y tiene en su interior tres temas dedicados a Dios. Una de las canciones es «God to Whom All Praise is Due» («Dios es el único a quien se debe toda la adoración»), pero también encontrarás en ese álbum «Dear Lord» o «Song of Praise». Después de muchos años deambulando por diferentes tipos de músicas y tendencias, incluso habiendo tenido problemas con el alcoholismo, tras la muerte de uno de sus mejores amigos Eric Dolphy (otro saxofonista como él), John encontró inspiración en Dios, no solo para su música, sino también para la vida.
Fuimos diseñados para adorar: tanto creyentes como no creyentes, tenemos en nuestro corazón algo o alguien que lo llena por completo. El problema es que la adoración tiene que ser disfrutada: cuando amas, das amor al objeto o a la persona adorada, pero también necesitas recibir cariño; si no, esa adoración termina destruyéndote.
Si aquello a lo que adoramos es finito, tarde o temprano vamos a decepcionarnos o desconfiar de ello. Exactamente igual si es una persona, no creas que hay diferencia; por muy bueno o buena que sea, algún día nuestro héroe nos decepcionará. Por eso solo disfrutamos adorando cuando Dios es el centro de nuestra vida. Cuando le adoramos a Él, no solo lo damos todo, sino también lo recibimos todo.
Y, por si fuera poco, cuando adoramos a Dios, aprendemos a disfrutar de todo lo demás: las personas, las artes, la música, los placeres, los juegos, ¡incluso las posesiones! Porque cuando Dios llena nuestro corazón, todo lo demás va a su lugar. Todo encuentra su dimensión perfecta, y nosotros encontramos la manera de disfrutar de todo lo que el Creador nos regala.
Ese es nuestro estilo de vida: ahora y por toda la eternidad. Es más, podría decirse que desde antes de nacer ya «conocíamos» esa manera de vivir; lo que ocurre es que, con el tiempo, a muchos se le olvida. Fíjate en las frases de esta canción:
«Aún estaba yo en el vientre de mi madre, y ya me apoyaba en ti. ¡Tú me hiciste nacer! ¡Yo te alabaré siempre! He sido motivo de asombro para muchos, pero tú eres mi refugio».
— Salmo 71:6 y 7 (versión popular)
Cuando adoramos a Dios, sabemos quiénes somos. ¡Eso es asombroso para muchos en el día de hoy! No te preocupes, puedes decirlo sin ruborizarte en absoluto: desde antes de nacer ya eres asombrosa; desde el vientre de tu madre Dios te hizo único.
Eso es lo que tiene apegarse al Creador: ¡disfrutamos de un Amor supremo!
— Devocional de Jaime Fernández, de su libro «Un año de película» que puedes encontrar aquí.