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¿Por qué estudiar Teología? Tres razones urgentes

Por qué estudiar teología

Cuando decidí dejar un buen trabajo estable para dedicar cuatro años de mi vida a la Teología, con su correspondiente inversión económica, recibí un comentario muy representativo: “no es que me parezca mal, pero no veo la necesidad.”

Lo comprendo. Vivimos en la época donde el conocimiento ha perdido su valor práctico, y a menudo, viene revestido de escepticismo. Parece que sólo encuentra provecho en la Teología (por no decir, vanagloria) aquella persona que la estudia, mientras que las necesidades reales de los demás están fuera de los libros gruesos de teología sistemática, del contexto del Antiguo Oriente Próximo y de los clásicos puritanos.

Siendo realistas, esperar que todo cristiano se adentre en los ricos mundos que rodean el estudio de la Biblia puede resultar casi utópico. El mundo está suficientemente cargado de responsabilidades ya, y no todos contamos con los mismos recursos ni áreas de trabajo. Pero me gustaría dar tres razones por las que los estudios teológicos dentro de una comunidad cristiana no son sólo absolutamente necesarios, sino urgentes.

1. La intuición es insuficiente cuando llegan las crisis personales (y tenemos muchas).

Necesitamos a Dios mismo, y no a nada que se le parezca. El Dios cristiano tiene voz propia, y es el deber y el privilegio de cada uno de sus hijos aprender a escucharle. No elegimos ni intuímos lo que Dios quiere decirnos. Prestamos atención, convencidos de que tenemos un Dios que ha mostrado históricamente un interés implacable por hablar con nosotros. Hasta el punto de tomar cuerpo físico para siempre en la persona de Jesús. ¡Jamás ha dejado a nadie que quiera relacionarse con él sin una conversación personal!

Pero seamos sinceros… A veces navegamos desesperados entre versículos, intentando que alguno de ellos salte de las páginas de forma milagrosa para hablar sobre nuestra necesidad particular. Curiosamente, ¡en muchas ocasiones es así! Hay algo sobrenatural cuando un creyente busca de corazón a su Señor. Pero todas las palabras registradas en la Biblia fueron escritas para un contexto histórico determinado y tejidas en armonía con el resto de la revelación. Necesitamos dedicar tiempo a entender el mapa que tenemos: la Biblia. Sólo así, cuando llegue el momento de necesidad, podremos saber de primera mano con qué verdad nos abraza nuestro Dios, siendo capaces de trazar un puente entre el mundo bíblico y el nuestro.

2. No se puede aplicar lo que no se conoce.

En la ignorancia, estamos desprotegidos. Lo que hoy recitamos como principios espirituales sanos parten del esfuerzo de muchos otros que se sentían incómodos cuando alguien empezaba a decir cosas incorrectas sobre Dios. Necesitaban una reflexión profunda, con las Escrituras por bandera. A veces son palabras sutiles: “Dios es una experiencia personal” o “todos tenemos parte de razón”. El esfuerzo teológico se hace siempre necesario en cada etapa para combatir las desviaciones internas de la iglesia y para contraatacar las mentiras que nos llegan desde fuera. El mismo Pablo empuñaba Teología cuando los tesalonicenses viven en angustia por sus muertos, al estilo de los que no tienen esperanza. Si para él era necesario, cuánto más para nosotros…

3. La Teología reduce la obsesión con nosotros mismos.

La Teología te obliga a ver que tú eres importante, y que Dios lo es más. Los textos bíblicos, y el recorrido de su aplicación histórica, sacan a relucir quiénes somos, pero detrás de cada texto encontramos mucho más acerca de la personalidad de Dios que de nosotros mismos. ¡Mucho mejor! Con todos sus misterios y su complejidad, él es mucho más interesante. Mirar hacia dentro puede resultar circular y engañoso, tan cambiante como nuestro humor. No me malinterpretes, la introspección es necesaria para vivir de manera responsable y saludable, pero qué maravilloso es poder tener una ventana (y bastante amplia) a la mente del diseñador del corazón humano, sí, pero también del Universo.

Querido lector, después de cada etapa de tu ocupada vida, llega la siguiente, con sus nuevas preocupaciones y deseos. Sacar buenas notas, un trabajo apropiado, una relación satisfactoria, un matrimonio sólido, un hijo bien cuidado y un piso pagado. Todas estas cosas son importantes, pero morirán contigo. Lo único que de verdad corre prisa es tu relación con Dios. Tu vida depende de él.

Por suerte, o más bien, por impulso del Señor, sus palabras siguen apasionándonos a muchos, así que si no te ves con la disciplina necesaria para conocerlas en profundidad por tu cuenta, tanto como sea necesario para que Dios (el de verdad, el que tiene nombre propio) sea tu agua, busca un estudio en comunidad. ¡Dios tiene mucho que decirte! Y nada en este mundo se puede comparar a estar cada vez más cerca de él…

— Reflexión de Míriam López Polo. Ama su ciudad natal, Madrid, donde estudió Lenguas modernas, cultura y comunicación. Actualmente estudia Teología en IBSTE (Barcelona) mientras trabaja como profesora de inglés.

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