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Hacedlo todo para la gloria de Dios

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Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios.
— 1 Corintios 10:31, RVR1960

Nuestra idea es que glorificar a Dios es servir a Dios de manera cúltica, por medio de la música o la predicación de la Biblia. Pensamos que aquellos que más glorifican a Dios son los misioneros y los que están implicados en los servicios religiosos; es más, creemos que si alguien aspira a una forma más elevada de servicio, lo ideal sería abandonar su trabajo y buscar una ocupación religiosa. Pero no es así; nuestro texto, «hacedlo todo para la gloria de Dios», nos enseña que podemos glorificar a Dios con todo lo que hagamos, incluso cosas tan sencillas como el comer y el beber.

Dar gloria a alguien es exaltar su persona y darle un tributo excelente. Por ejemplo, damos gloria a un representante de otro país vistiéndonos de gala, ofreciendo un banquete y dándole regalos magníficos. Por el contrario, nadie pretende honrar a un representante de otro país vestidos pobremente y ofreciendo una comida sencilla. Ofrecemos lo mejor a quien consideramos digno de ello. De la misma manera honramos a Dios buscando la excelencia en todo lo que hacemos, porque lo hacemos para Él.

¿Cómo se lleva a la práctica «hacedlo todo para la gloria de Dios»?

Hacerlo todo para la gloria de Dios es buscar la excelencia en el detalle, siendo conscientes de que todo lo hacemos para Dios. Si nuestro trabajo es sencillo, limpiando las calles, buscaremos hacer un trabajo brillante, pensando que ese es nuestro tributo a Dios. Si nuestro trabajo es servir a otros, haremos un trabajo excelente, sirviendo con cuidado y esmero, con entusiasmo y gozo, haciéndolo para el Señor.

Dios está interesado en un trabajo excelente. Decía Martín Lutero que un zapatero cristiano no es aquel que escribe versículos en las suelas de los zapatos, sino el que hace zapatos excelentes, porque Dios está interesado en los zapatos, ya que está interesado en nuestro trabajo.

Pensamos en lo que no es nuestro trabajo: el resto de nuestra vida, nuestro hogar, nuestras relaciones con otras personas, el uso de nuestro dinero, nuestro descanso, nuestros pasatiempos y cuando comemos y bebemos. Todo debe dar gloria a Dios, buscando la excelencia en todo lo que hacemos. No podemos hacer las cosas con descuido, sino buscando una intención clara: honrar a Dios.

La gente que no conoce a Dios pierde el tiempo y se distrae de cualquier manera; nosotros debemos buscar un entretenimiento excelente, de calidad, moderado y que sea una fuente de gozo. Lo mismo en el comer y beber, la moderación honra a Dios. ¿Lo hacemos moderadamente? ¿Lo hacemos de forma excelente?

— Devocional de Julio Martínez Moreno-Dávila. Vive en Madrid con su esposa María del Mar y son miembros de la iglesia en Suanzes. Trabaja en el sector de la tecnología y publica habitualmente en distintos medios, como en Vidas en red y Estudios bíblicos.

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