«Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; Y salva a los contritos de espíritu.» Salmo 34:18
Una de las experiencias más dolorosas es pasar por momentos difíciles y sentirse completamente solo, desamparado. El dolor se alivia en la compañía de los que amamos, o con la certeza de saber que alguien está al otro lado del teléfono, lo que nos da confianza y tranquilidad. Una palabra de ánimo y aliento puede cambiar nuestro día.
David, el rey y poeta de Israel, sabía mucho de esto. Pasó por experiencias tremendas. El puede expresar esta confianza tremenda en Dios al recordar una experiencia que podría haber sido traumática, como aquella ocasión en la que tuvo que huir solo, dejar su casa, familia y vivir en medio de sus enemigos, temiendo por su vida. ¿Dónde está Dios en estos momentos?
David enfoca la mente en Dios y recuerda que Dios es un Dios cercano. Aunque trascendente, santo, poderoso, no es un Dios lejano que se ha olvidado de su creación, muy al contrario, siempre está próximo y dispuesto a intervenir. Es el Dios del éxodo que oye el clamor de su pueblo, el que salva (Ex. 3,7-8), este es su deseo y propósito respecto al ser humano, una operación rescate: salvación. En medio del temor David tiene un aliado poderoso, Dios está con él.
Pero David da un paso más, plantea que es necesaria una disposición adecuada para gozar de los beneficios que surgen del corazón amoroso de Dios. Esta se describe primero como un corazón quebrantado, el concepto se puede entender mejor al contrastarlo con otra expresión típica del Antiguo Testamento, duros de corazón o duros de cerviz: Cuando uno considera que no necesita ayuda que se puede mantener por sus propias fuerzas, rechaza la ayuda de otros, o no reconoce sus errores. David para librar su vida hasta tuvo que, literalmente, «hacerse el loco», que humillación más dura (1 Sam 21,13). Un hombre de guerra, un luchador, ahora está quebrantado, roto, reconoce su necesidad y toma la mano que se extiende en su ayuda. Más que una acción es un descansar, confiando y aceptando la ayuda que se le brinda.
La segunda expresión – paralela a la primera – es contrito, o abatido, de espíritu. Revela la actitud de humildad en contraste con el orgullo. En lugar de duro, quebrantado; en lugar de orgullo, la humildad del abatido, del que reconoce sus propias culpas y fracasos. Es en ese momento cuando Dios reconstruye lo roto, cuando vuelve a trabajar con el polvo para formar una nueva vasija. La palabra para abatido (dajaei) tiene también el sentido de aplastado, triturado, molido, como el polvo.
David, en estas circunstancias, experimentó la total dependencia del Señor en su vida y reconoce que en su fragilidad se manifestó el cuidado personal, afectivo y efectivo de Dios.
La experiencia del salmista nos anima a acercarnos a Dios con confianza, en total dependencia de su gracia, sabiendo que Él puede y quiere reconstruir la vida del que se acerca a Él en humildad.
Devocional escrito por Eliseo Casal, anciano de la Iglesia Unida de Barcelona.
- Libro recomendado: «Cara a cara.» J Fernández y D. Hollingsworth
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