Sabemos que las redes sociales se rigen por ciertas tendencias que suelen ser muy efímeras. Memes, videos y frases que se republican y comparten en segundos.
Hace unos meses llamó mi atención una reflexión recurrente. Palabras más, palabras menos, el mensaje era: no hagas por otros lo que ellos no están dispuestos a hacer por ti. Entiendo las razones por las cuales existe una identificación con dicho principio. Muchas veces también he dicho: —no vuelvo a involucrarme, no vuelvo a resolver, no vuelvo a ayudar. Muchas veces me he visto en una relación «dispareja» en la que no he encontrado reciprocidad, me he cansado y he terminado por decir: —ya no más.
¿Reciprocidad en la Biblia?
Sin embargo, dudo que exista un pasaje bíblico en el que se mencione la reciprocidad. Los proverbios resaltan la lealtad entre amigos y no dicen: «sé un amigo, siempre y cuando el otro también lo sea». Jesús habló de que a pesar de que otros nos ofendan, debemos estar dispuestos a responder con bien, no acorde a la gravedad del daño recibido.
Pablo en su carta a los romanos (específicamente en el capítulo 12) da cátedra acerca del amor al prójimo: no finjas amar a los demás, ama con afecto genuino, ayuda a otros, bríndales hospitalidad. Bendice a los que te persiguen. Alégrate con los que se alegran y llora con los que lloran. Vive en armonía con otros, no seas orgulloso. No devuelvas mal por mal, no tomes venganza, no dejes que el mal te venza, al contrario, vence al mal haciendo el bien.
Todo lo anterior es abismalmente contrario a eso de «no hacer por otros lo que ellos no están dispuestos a hacer por ti».
Mirando a Jesús
Jesús sabía que nosotros no podíamos corresponder a lo que Él hizo por nosotros. Aun así, entregó Su vida para salvarnos del pecado, pues nosotros no podemos salvarnos a nosotros mismos y retribuir tan grande amor.
Nuestros corazones tienden al egoísmo, nuestra naturaleza siempre nos llevará a buscar nuestro propio bien, a protegernos del dolor que otros pueden ocasionar. Es fácil considerarnos víctimas cuando nos han ignorado, engañado o lastimado, es más fácil encerrarnos en nosotros mismos y endurecer nuestro corazón para «resguardarlo». Pero Jesús también fue traicionado y abandonado, se quedó solo cuando más apoyo necesitaba, y al llevar sobre Su cuerpo nuestros pecados sufrió la separación de Su Padre. Ningún sufrimiento se compara al que Él decidió vivir en la cruz para que nosotros, que éramos ovejas descarriadas, volviéramos al redil.
Cansa y duele cuando otros no responden de la manera que quisiéramos, pero Jesús no nos llamó a ser recíprocos, nos llamó a amarnos unos a otros como Él nos amó.
Si no queremos sufrir, entonces lo mejor sería no amar a nadie, pero ¡qué miserable y amarga sería la vida si no amáramos ni fuéramos amados! Al amar corremos el riesgo de sufrir, de ser rechazados, de sentirnos decepcionados. Sin embargo, llegará el día en que no habrá más lágrimas, ni más dolor, ni más traición, ni más mentira (Apocalipsis 21:4). Mientras tanto, sigamos los pasos de Jesús y estemos dispuestos a caminar la segunda milla y a poner la otra mejilla (Lucas 6:27-36).
— Devocional de Karen Durán. A Karen le gusta disfrutar la sencillez de los detalles monótonos y ordinarios de cada día. Junto con su esposo, su hijo y su hija, pasa los días dedicada a las labores del hogar, sacando postres del horno, leyendo vorazmente, traduciendo o corrigiendo textos y escribiendo cada vez que encuentra el tiempo para hacerlo.
Que hermosa reflexión. En mis relaciones de amistad si he dicho, no vuelvo a dar más de lo que han hecho por mi. Pero al final pienso en el ejemplo de Jesús, perdonar, amar, una milla más. Que guardó mi corazón, pero sigo estar dispuesta a amar, pero con la sabiduría de Dios. Bendiciones y saludos 🌷
Bonita reflexion
Gracias de verdad que jamás lo había mirado de esa manera .