Hace unas semanas atendí a una señora con sonotone. Al colocar estos pequeños aparatos en sus oídos, cada mañana, parte de la cera que protege el conducto auditivo es empujada hacia atrás y se acumula hasta formar un tapón de cera. Por más que suba el volumen de los aparatos, finalmente no oye nada. Da igual el volumen al que ponga la televisión, realmente no oye nada, ¡aunque medio vecindario pueda escuchar la televisión de su vecina con toda claridad!
Sin embargo, cuando se hace una limpieza de ese oído, se retira el tapón de cera, la mujer vuelve a oír y está sumamente agradecida de poder oír con claridad todas las cosas. No es preciso chillar ni gesticular, y la radio o la televisión pueden volver a ponerse en un nivel normal.
Dios nos habla una y otra vez, aunque no lo percibamos (Job 33:14).
Dios hace tronar su voz y se producen maravillas: ¡Dios hace grandes cosas que rebasan nuestra comprensión! (Job 37:5)
La afirmación de estos versículos es cuanto menos un gran reto para nosotros.
Nos recuerda que Dios siempre está dirigiéndose al ser humano. Nuestro problema, cuando no oímos lo que Dios nos dice, no es un problema del emisor si no del receptor. Nosotros tenemos un problema de audición que impide que oigamos la voz de Dios.
En la teoría, teológicamente hablando, sabemos muy bien que Dios habla a través de la naturaleza, de los sucesos en la Historia, de los fenómenos naturales —la revelación indirecta. Y de manera directa, nos habla a través de su Palabra y de Cristo, quien verdaderamente ha revelado a Dios, su amor y su gracia.
Sabemos que es así, pero, siendo sinceros, tenemos que admitir que muchas veces ya no nos dejamos afectar por todo lo que Dios hace. Vemos los fenómenos de la naturaleza, la realidad del sufrimiento y la muerte, enfermedad, maravillas en la Creación, el sol que sale cada día o el cielo plagado de estrellas y… no oímos nada.
Piensa por un momento: ¿estamos esperando que Dios gesticule? Nos hace falta que para dirigirse a nosotros Dios suba el volumen 15 puntos…
Uno de los juicios más duros de Dios sobre el ser humano está expresado en Isaías 6. Es un juicio de Dios hacia un pueblo de Israel que ya no quiere oír; dice:
Oíd bien, pero no entendáis;
mirad bien, pero no percibáis.
Haz insensible el corazón de este pueblo;
embota sus oídos
y cierra sus ojos,
no sea que vea con sus ojos,
oiga con sus oídos,
y entienda con su corazón,
y se convierta
y sea sanado.
Aunque sólo sea una figura, quizá necesitamos pedirle a Dios que afine nuestro oído para percibir la realidad. Primero hay que reconocer delante de Él que oímos poco y admitir que necesitamos oír más. Es como esta mujer que acude a que le ayuden porque reconoce su problema.
Acudamos al Señor reconociendo nuestro problema de audición y pidamos que afine nuestro oído , que nos capacite de nuevo para oír su voz, que Él haga de nuevo sensible nuestra mente y nuestro corazón a todo lo que Él hace en la naturaleza, en nuestras vidas, a través de Su Palabra y sobre todo escuchar a Jesús, quien es la Palabra de Dios revelada para nuestra salvación y bendición.
— Devocional de Andrés Stunt. Es enfermero en Atención Primaria en Madrid, está casado desde hace 25 años y es padre de dos hijos.