El 70% de los ganadores de una lotería han acabado solos y arruinados al cabo de cinco años a causa de las decisiones que toman después de recibir mucho dinero sin ningún esfuerzo. Parece que no le dan el mismo valor ni tienen cuidado de la misma manera, que si lo hubiesen conseguido después de luchar por mucho tiempo y con mucha estrategia.
El sueño de retirarse a una isla tropical o abandonar los días de madrugones y oficina acaba siendo un mar de deudas que ahoga a los presuntamente afortunados. Montar negocios que no tienen ninguna viabilidad o despilfarrar en objetos de lujo son prácticas comunes. Hay varias razones detrás de este fenómeno, desde la incapacidad de gestionar el patrimonio a la falta de conocimientos financieros.
Según un estudio de la Universitat Oberta de Catalunya, recibir una inmensa fortuna de golpe puede descolocar a una persona de tal manera que cuesta rehacer la vida cotidiana. Un factor determinante es el entorno familiar. Si la persona ha vivido donde nunca ha habido dinero, cuando le toque la lotería se lo gastará enseguida porque no está acostumbrada a manejar estas cantidades. En el caso contrario, la persona será capaz de ahorrar y hacer un buen uso a largo plazo.
Las Escrituras hablan de una riqueza que no acaba arruinando la vida de las personas, sino todo lo contrario. Hay un texto en el libro de Proverbios que sirve de promesa para el creyente de hoy:
«La bendición del Señor es la que enriquece, y nunca viene acompañada de tristeza» (Proverbios 10:22).
El verso resalta, en primer lugar, que hay un recurso potente ofrecido por Dios: «la bendición del Señor es la que enriquece». Cuando el sabio habla de «bendición del Señor», no se refiere a salud, dinero y amor, sino a una constelación de factores que facilitan la lucha diaria y que proceden de una conexión real con Dios. Se trata de una conciencia tranquila, fuerzas en el ánimo, luz para la toma de decisiones, capacidad para superar dificultades, y buenas relaciones con los demás. Es la certeza de poder contar con Dios en las duras y las maduras.
En segundo lugar, apropiarse de la bendición del Señor es riqueza. Es un tesoro que vale más que un bolso de Louis Vuitton o un viaje al Caribe. Es una fortuna que no pierde valor, que dura para siempre, que no se oxida y que ninguno puede hackear. La conexión con Dios proporciona bienes intangibles que refuerzan toda la persona y crecen con el tiempo. La Palabra lo compara con un río que discurre cada vez más profundo y más ancho.
Por último, la bendición del Señor no provoca remordimiento: «nunca viene acompañada de tristeza». Quiere decir que no hay resaca al día siguiente. Las Escrituras dicen que la persona que cree en Jesucristo como Señor nunca se queda avergonzada ni defraudada. Descubre el perdón de pecados y una nueva calidad de vida humana.
Los que ganan la lotería, ya sea el Gordo de Navidad o el Niño, acaban perdiendo. La buena suerte no lo es tanto. En cambio, los que consiguen la bendición de Dios nunca miran atrás con nostalgia. Hay un recurso potente que el Señor ofrece a los que reconocen su necesidad y acuden a Cristo con fe. Hay riqueza en conectarse con Dios. No hay remordimiento, porque es lo mejor que hay. Esto puede ser tu experiencia. Es una promesa para mí y también para ti.
— Devocional de Esteban Rodemann, que durante la pandemia empezó a publicar una promesa bíblica para cada día. Desde entonces estos cortos vídeo devocionales han llegado cada día a más de 500 hogares en toda la península. Se han reenviado hasta Noruega, Francia, Argelia, Ecuador y otros países. ¡Es que la Palabra de Dios trae alimento al corazón!
Disfruta de este mismo devocional completo en vídeo: