¿Te imaginas que hoy llama a la puerta de tu casa tu actor favorito y se pone a fregar los platos? ¿O se sienta a tu lado mientras te tomas un café en un bar, se pone a hablar contigo y, después, pasa al otro lado de la barra y empieza a servir a todo el mundo? Sería increíble, ¿no? ¿Cómo reaccionarías?
En Estados Unidos, hace varios años empezaron a circular historias como estas que tenían como protagonista al actor Bill Murray. Personas en diferentes sitios afirmaban que se habían encontrado con él en situaciones tan sorprendentes como las relatadas al principio y en otras igual o más increíbles aún. Y, antes de irse, el actor les decía: “Si lo cuentas, nadie te creerá nunca”.
Y, efectivamente, nadie se creía esas historias. No podía ser que un actor tan famoso y admirado como él se mezclase con la gente normal de esa forma. Pero cada vez surgían más historias con más testigos y más evidencias, hasta que unos periodistas se pusieron a investigar y descubrieron que todas esas historias tan sorprendentes eran verdaderas.
El resultado lo encontramos en un libro y un documental en el que los periodistas, además relatar la sorprendente historia, intentan buscar alguna explicación a por qué Bill Murray actúa de forma tan espontánea. Y me llamó la atención ver la reacción de los que habían estado con el actor. Decían que, al principio, ni ellos mismos se creían que fuera Bill Murray. Después, lo primero que hacían era contárselo a todos los que conocían, esforzándose por convencerles de que era verdad. Hablaban de Bill Murray entusiasmados y también impactados por ver cómo alguien tan famoso podía mezclarse con la gente normal, disfrutando de las cosas más cotidianas y tratándoles con esa naturalidad. Y decían que estos encuentros les habían inspirado. Se habían dado cuenta de lo importante que era disfrutar de cada momento de la vida como lo hacía este actor. Incluso se llega a afirmar que “no estamos ante simples historias de gente con Bill Murray, sino que Bill Murray se había convertido en la historia de la gente”.
Al escuchar estos testimonios me vino a la mente lo que ocurrió hace dos mil años con los discípulos, cómo Jesús se convirtió también en su historia. En la suya… y en la de toda la humanidad. Lo que habían vivido junto a Jesús era tan increíble que “no podían dejar de decir lo que habían visto y oído” (Hechos 4:20). Daban testimonio de que Jesús era el mismo Dios hecho hombre, que no vino para ser servido sino para servir. Y presentaban evidencias. Lo habían visto con sus ojos y palpado con sus manos, antes y después de su muerte, y testificaban para que los que les escuchaban creyesen y, al igual que ellos, también pudiesen tener comunión con Él. Así es como el apóstol Juan comienza su primera carta.
Y al principio, tampoco les creían. Incluso a ellos mismos les costó creer las afirmaciones de Jesús sobre su deidad, su mensaje y su misión, más aún aceptar su resurrección. Pero al final, fueron tantos los testimonios y las evidencias, que la fe cristiana se extendió por todo el Imperio romano y por todo el mundo.
En Apocalipsis 3:20 Jesús dice “He aquí yo estoy a la puerta y llamo, si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”. Y hoy, dos mil años después, Jesús sigue llamando a la puerta del corazón de cada persona esperando que le abramos, no para compartir solo unas horas, sino para convertirse en el Salvador y Señor de nuestras vidas, y así podremos tener una relación de comunión constante con Él.
Si las personas que han estado con Bill Murray hablan con tanto entusiasmo de su experiencia, que en definitiva no es más que una anécdota curiosa, ¿cómo los cristianos no vamos a hablar con más entusiasmo aún del encuentro que hemos tenido con Jesús? Sobre cómo nos ha salvado, nos ama, nos conoce y le importamos. Sobre cómo quiere que compartamos con Él todas nuestras preocupaciones, dudas y angustias, también nuestras alegrías, ilusiones y sueños. En definitiva, cada momento de nuestra vida, incluido el día de hoy.
Seguramente hoy no te encontrarás con alguien famoso, y menos aún llamará a tu puerta para fregar los platos. Pero Jesús sí que va a estar llamando a la puerta de tu corazón, esperando tu respuesta. Solo tienes que abrirle…
— Devocional escrito por Miguel Ángel Gómez, autor de la serie juvenil «El diario de Álex», además de cinco novelas de intriga y suspense.