
Ocurrió en marzo de 2023. El viernes día 3 de ese mes, la Sociedad Gastronómica de Bilbao había programado una comida de socios con una alubiada, un plato con alubias, chorizo, tocino, costilla, berza y guindillas de Ibarra. En principio perfecto, pero había un problema. Ese día era viernes de Cuaresma y algunos miembros de la sociedad no podían comer carne, así que iban a comerse las alubias con berza y guindillas. Y, claro, no es lo mismo.
Ante esta disyuntiva, uno de ellos le pidió al obispo de Bilbao la dispensa para poder comer carne. Y el obispo consideró que, como no podían cambiar las fechas de la comida, se les permitía la dispensa «por la gracia de Dios y de la Sede apostólica», pero debían sustituir la abstinencia por la lectura de la Biblia, dar limosna, otras obras de caridad o ir a misa. «La alubiada bien vale una misa» debió pensar el que pidió la dispensa.
Esto, que se queda en la anécdota, creo que tiene que ver exactamente con aquello que Jesús denunció: una religión basada en ritos y normas que puede llevar a la hipocresía o al legalismo.
El evangelio de Jesús es todo lo contrario a esto. Es verdad que los cristianos sí tenemos mandamientos que cumplir. Pero unos mandamientos que, como dice el apóstol Juan, no son gravosos, sino que son fruto de su santidad y de su amor. De un Dios que quiere lo mejor para nosotros.
El apóstol Juan también dice que amamos a Dios cuando guardamos sus mandamientos, tal y como Jesús le enseñó. Los cristianos estamos bajo la ley de Cristo, basada en el amor, la libertad y la obediencia. Y es bajo esta ley donde encontramos la verdadera libertad.
Fuera de ella, caemos en la esclavitud. Hay dos tipos de esclavitud: la del legalismo cuando se imponen normas que no son de Dios (Gálatas 5:1) o la del pecado, cuando nos tomamos libertades que Dios no nos ha dado (Gálatas 5:13). En ambos casos, nos convertimos en esclavos, lejos de la libertad que sólo encontramos dentro de la voluntad de Dios.
La cruz de Cristo nos libera de toda esclavitud y nos marca los límites de su voluntad en los que podemos disfrutar plenamente de esa libertad. Estos límites no son negociables. No es una religión a la carta, en la que decido lo que me interesa o lo que no, en la que hago algo que sé que es pecado, pero lo compenso leyendo la Biblia o dando más ofrenda. Esto no funciona así.
Escoger a «quién servir» es una decisión personal, como Josué le dice al pueblo de Dios. Pero «cómo servir» no es una decisión nuestra, es decisión de Dios. No busquemos recovecos o lagunas en su Palabra para hacer lo que nos agrada, sino busquemos su voluntad revelada en su Palabra para hacer lo que a Él le agrada.
— Devocional de Miguel Ángel Gómez, autor de la serie juvenil «El diario de Álex». También ha escrito cinco novelas de intriga y suspense.