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Corrie ten Boom: Vida y curiosidades de la relojera del refugio

banner tonos morados con retrato de corrie ten boom en blanco y negro en circulo para ilustrar biografía sobre su vida

Tras abrir su casa a ochocientos refugiados judíos durante la Segunda Guerra Mundial y sobrevivir un campo de concentración, la primera relojera oficial neerlandesa dedicó su vida a compartir el amor y el perdón de Jesús por todo el mundo.


Puntos claves de la biografía de Corrie ten Boom, 1892-1983


En su casa en un canal de Ámsterdam, un humilde relojero y su esposa cuidaban de su bebé prematura nacida el 15 de abril de 1892. Cuando la vio su tío, exclamó: .«Espero que el Señor se lleve rápidamente a esta pobre criatura a su hogar en el cielo».

Sin embargo, la cuarta y última hija de Casper y Cornelia ten Boom, Corrie, vivió hasta los 91 años, y de qué manera.

En la Segunda Guerra Mundial, Corrie ten Boom refugió en su casa a ochocientos judíos, además de miembros de la resistencia holandesa. Tras ser detenida, sobrevivió tres prisiones, incluido un campo de exterminio. Después dedicó tres décadas a cuidar de otros y viajar a sesenta países predicando el amor y el perdón de Jesús.

Hoy la recordamos gracias a su autobiografía superventas y la película, El refugio secreto. A quince minutos en tren de Ámsterdam, la casa original convertida en museo (1988) recibe unas treinta mil visitas al año.

Generaciones de fe y generosidad

Bajo su tradición religiosa liberal, Holanda acogió durante siglos a judíos huidos de España y Portugal, y más adelante Alemania. Cincuenta años antes de que naciera Corrie ten Boom, su abuelo Willem oraba por el pueblo judío. De manera bastante anacrónica, organizó la Sociedad Pro-Israel, una reunión de oración en su salón, el mismo salón que un siglo más tarde albergaría a los refugiados.

fotografía del relojero anciano con barba sentado en su mesa de trabajo a la luz de una lámpara

El padre relojero de Corrie ten Boom, Casper, amaba al pueblo judío. / Wikimedia Commons

Casper, el padre de Corrie ten Boom, creció en este ambiente, disfrutando de amistades y fiestas judías; de hecho, puede que su xenofilia afectara los ingresos de su primera relojería. Pero los ten Boom tenían otro tipo de riqueza, la de la fe y el amor. Como miembros de la Iglesia protestante reformada vivían su fe en Jesucristo desde una profunda y abierta convicción personal. Ten Boom tenía tan solo cinco años cuando abrazó a Jesús como Señor y Salvador.

La casa de Corrie ten Boom en Haarlem, Países Bajos, hoy un museo. / R. Cook

Su hogar derrochaba hospitalidad a pesar de los escasos recursos. La curiosa casa en Haarlem (apodada la «Beje» por la calle, «Barteljorisstraat») estaba construida sobre la planta baja de su relojería. Como combinaba dos propiedades, era un puzle de recovecos y desniveles. La ocuparían no solo sus familiares en distintas etapas sino también múltiples huéspedes, como niños alemanes necesitados tras la Primera Guerra Mundial o hijos de misioneros que estudiaban en Ámsterdam.

El corazón roto de una relojera docente

El alma inquieta de Ten Boom nunca dejó de aprender. Estudió ciencias domésticas. Después cursó unos años de escuela bíblica, sumando griego y hebreo a su inglés, francés y alemán. Tras fallecer su madre y enfermarse su hermana Betsie, que ayudaba en la tienda, decidió especializarse en el negocio familiar, convirtiéndose en 1924 en la primera mujer holandesa con licencia de relojero.

Nunca se casó. En estos años sufrió una dolorosa ruptura cuando el amor de su vida se comprometió con una chica más «aceptable». Consolando a su querida Corrie destrozada, su padre le animó a no matar el amor para que dejara de doler, sino a darlo a Dios para que lo transformara y abriera otros caminos para expresarlo.

Se tomó a pecho el consejo. Empezó a dar clases bíblicas infantiles en la iglesia y en escuelas públicas, y a niños discapacitados. Cuando la organización que la amparaba perdió su énfasis cristiano, formó su propio Club Holandés de Niñas hasta la Segunda Guerra Mundial.

Resistencia y refugio en la ocupación nazi

El 10 de mayo de 1940 comenzó la ocupación nazi de cinco años que cambiaría sus vidas para siempre. El cuartel de la Gestapo se instaló a escasos metros de la casa, rigiendo el racionamiento de alimentos, los reclutamientos, las redadas y los toques de queda en el barrio.

En la Beje ya solo vivían las dos hermanas solteras de mediana edad con su padre anciano. Con los achaques de Betsie y la edad de su padre, tenían todo el derecho de agachar la cabeza y seguir con su vida. Pero desde su fe cristiana y su vida entretejida en la comunidad, no evitaron unirse a una red clandestina para socorrer a los que más lo necesitaban, fueran desertores, estudiantes holandeses perseguidos, miembros de la resistencia o judíos en riesgo, incluidos los bebés de un orfanato.

Ruth Cook, la traductora de nuestro clásico de Corrie ten Boom, sostiene el libro ante el escondite original en la casa. / R. Cook

En 1943 empezaron a acogerlos en su casa, por días o temporadas más largas. Construyeron un escondite para seis detrás de un armario en el cuarto de Ten Boom, y desarrollaron un sistema de alarmas para refugiarse en setenta segundos. A pesar del constante peligro, disfrutaron de tiempos de convivencia y oración, aprendizaje de idiomas, noches de cultura y música y otros tesoros intangibles que los más afortunados jamás olvidaron.

Cuando sus vecinos les advertían del riesgo que corrían, Casper ten Boom solo decía que, en su hogar, el pueblo milenario de Dios era siempre bienvenido. Entregar sus vidas por él sería el mayor honor.

Ese honor no tardaría en llegar. En febrero de 1944, un informante holandés les traicionó. Corrie ten Boom y su familia, junto con las personas que se acercaron a la Beje ese día pensando que no había peligro —unas treinta en total— fueron detenidas.

Una prisionera con esperanza

Por su bronquitis, Ten Boom pasó tres meses aislada en la prisión de Scheveningen, La Haya. Su padre había fallecido a los diez días. Mucho después, descubriría las muertes de otros familiares. Pero también le llegó una buena noticia: «los relojes de su gabinete» estaban a salvo. Los seis refugiados escondidos durante la redada nunca fueron detectados y escaparon unos días más tarde, todo un logro en una época en la que murieron más del 75 por ciento de los judíos holandenses, unas 106 000 personas. [1]

Ten Boom fue reubicada con su hermana Betsie a un campo de concentración en Vught, Holanda. Allí en la fábrica se aseguraron de cometer «errores» en las radios que armaban para los aviones alemanes. Pero unos meses después, fueron trasladadas al lugar más temido, a un campo de exterminio en Alemania, Ravensbrück, donde se estima que murieron entre 20 000 y 30 000 mujeres.

Ten Boom logró entrar con su pequeña Biblia. Gracias a este milagro —y a las pulgas que mantenían alejados a los guardias— en sus propias palabras:

Al poco tiempo comenzamos a tener estudios bíblicos clandestinos para un grupo en constante aumento de creyentes y el barracón 28 llegó a conocerse en todo el campo como «ese disparatado lugar donde tienen esperanza».

Betsie murió en aquel infierno de trabajo forzado, tortura y ejecuciones constantes, pero no sin antes pronunciar una visión en la que eran libres, compartiendo el evangelio por el mundo y cuidando de personas rotas. Poco después, el 25 de diciembre de 1944, Ten Boom fue liberada por un error administrativo. Una semana más tarde, todas las mujeres de su edad fueron exterminadas.

El alcance del amor de Dios

Tras su vuelta, recuperación y reencuentro con familiares supervivientes, Ten Boom hizo suyas las palabras de su hermana: «No odies. El odio puede encerrarnos en una prisión peor que Ravensbrück…» y «Debemos ir por todo el mundo y decirles a todos que no hay hoyo tan profundo que el amor de Dios no pueda alcanzar».

Cuando terminó la guerra, Ten Boom empezó a contar su testimonio, pidiéndole a Dios que la llevara donde Él quisiera que predicara: «Sabía que había recuperado mi vida por una razón. Ya no era mía. Me habían rescatado y liberado. Sabía que Dios pronto me enviaría errante por el mundo». Aquí arranca la etapa que se conoce menos, pero que no es menos fascinante. En sus libros Asombroso amor y Errante por el Señor cuenta sobre la provisión y guía de Dios en sus viajes y las numerosas conversiones a Cristo que presenció.

Ten Boom dedicó la segunda mitad de su vida a cuidar de otros, escribir y viajar a 60 países predicando el amor y el perdón de Jesús. Mapa de sus viajes en la casa museo. / R. Cook

Ten Boom escribió treinta libros y panfletos; en 1971 se publicaría su obra más famosa, El refugio secreto, escrita con John y Elizabeth Sherrill. La Asociación Evangelística Billy Graham la llevó al cine en 1975.

Pero la vida de Ten Boom no se quedó tan solo en palabras: en más de una ocasión, practicó un perdón imposible. En las casas de rehabilitación que abrió, no solo atendió a las víctimas de la guerra sino también a los marginados que nadie quería ayudar: los que habían colaborado en el bando equivocado de la historia.

Esto es lo más asombroso, afirma uno de sus biógrafos, el escritor superventas Larry Loftis:

Lo que hace que la historia de Corrie sea única es que, a pesar de la pérdida de familiares en la guerra, ella perdonó a todos: los nazis, sus guardias en Ravensbrück, incluso el hombre que traicionó a su familia ante la Gestapo. Esa es una lección para todos, jóvenes y mayores: el perdón.

Muerte y legado

La medalla Justos entre las Naciones: «Quien salva una vida humana, por así decirlo, ha salvado un mundo entero». / Wikimedia Commons

Ten Boom fue condecorada por la realeza holandesa y recibió varios honores en vida, como el título de Justa entre las Naciones de Yad Vashem. [2]

En 1977 se mudó a California. Poco después sufrió varios ictus que la dejaron paralizada y finalmente cobraron su vida en su 91 cumpleaños, el 15 de abril de 1983. Significativamente, según la tradición judía, «solo a la gente muy bendecida por Dios se le concede el privilegio especial de morir en el mismo día de su cumpleaños» (p. 24). Su cuerpo descansa en Santa Ana, California.

¿Qué hizo que una señora con vestidos floreados y moño de abuela fuera aclamada por todo el mundo? Cuando ves a Ten Boom, arrugada y sonriente, posando con penacho junto a un jefe nativo americano o aferrada a su bolso con las pirámides de Egipto como telón de fondo, sientes que estás ante un personaje más que una persona.

Pero cuando la lees, encuentras algo sorprendente.

En su hermana y su padre, vislumbramos una pureza sobrenatural. Pero en Corrie ten Boom —con sus preguntas honestas, ocasionales meteduras de pata, sentido de humor, oraciones espontáneas e incapacidad de perdonar a menos que Jesús haga algo— encontramos con quien identificarnos. Nos representa, y por eso no podemos dejar de fijarnos en ella. Su historia no es solo de superación en infiernos inimaginables, sino de superación en la vida cotidiana.

Su voz no solo consuela a presidiarios o perseguidos, sino también a los que la leemos desde un sofá. En ella vemos a un Dios que puede ser real no solo in extremis, sino también en nuestros rencores diarios, cansancio, mediocridad o cobardía. Siempre tenaz, Corrie ten Boom nos sigue invitando a confiar en el mismo maravilloso Salvador.


Asombroso amor Errante por el Señor Corrie ten BoomAquí en el tomo 12 de la Biblioteca de Clásicos, podrás conocer sus aventuras de fe.

Cuéntanos, ¿conocías la historia de Corrie ten Boom? ¿Qué te ha llamado la atención de su vida? Coméntalo abajo.


[1] Cifras del museo, La casa de Corrie ten Boom.
[2] Su hermana y padre lo recibieron póstumamente en 2008.

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