La historia de la mujer sorprendida en adulterio es una de las historias más impresionantes del evangelio, porque la clave no está en la protagonista, sino en los que le rodean. Una vez más, los responsables de la religión quieren tenderle una trampa a Jesús porque quieren demostrar que él no es tan “justo” como parece.
En un momento en el que mucha gente rodea al Mesías, le colocan delante a una mujer y la señalan como la peor de las pecadoras. El mismo evangelio explica que todo era parte de un engaño. La acusan de que estaba cometiendo adulterio y ellos lo vieron… pero ¿cómo pueden ver un acto tan íntimo una multitud de personas? Además, la ley condenaba también al hombre ¿dónde lo dejaron? ¿estaba la mujer cometiendo adulterio ella sola? ¿el hombre era uno de los que la acusaban? ¿todo era parte de un engaño y la mujer lo sabía?
Una mujer utilizada por todos. Demasiado común en el día de hoy: algunos usan a otros para sus propios fines. El problema es que cuando te sientes usado, tienes la impresión de que todo el mundo es mejor persona que tu. Te señalan una y otra vez, se ríen de ti, te desprecian, cuchichean sobre todos tus defectos y tu terminas sintiéndote parte de una trampa en la que se resume toda tu vida; aunque suene muy fuerte decirlo.
¡Hasta que aparece Jesús y cree en nosotros! Él no sólo impide que nadie nos señale, sino que nos defiende: le enseña a todos que no tienen derecho a juzgarnos y hace algo aún más impresionante, ¡quiere estar a solas con nosotros para restaurar nuestra vida! Él no quiere condenarnos como otros lo hacen.
[Tweet «El Señor es especialista en amar y restaurar, no en condenar»]. Somos nosotros los que solemos desistir de nosotros mismos. Escuchamos tantas mentiras sobre nosotros y nuestros defectos, que terminamos creyéndolas. Parece como si nos encantara vivir relamiendo nuestras heridas.
Cuando Jesús les dice a todos: “El que sepa que es perfecto, es el primero que puede acusar”, todos se van. Las piedras preparadas para hacernos daño quedan sin dueño, y la multitud que escuchaba las acusaciones ahora comienza a vernos de otra manera.
La lección más importante de la historia es que cuando Jesús habla, nadie tiene derecho a alzar la voz contra nosotros. Y si estamos en medio de una trampa que nos mantiene esclavizados, es el momento de recodar lo que el Señor le dijo a aquella mujer: “Nadie puede condenarte y yo tampoco quiero hacerlo: te doy la oportunidad de vivir de una manera diferente”
Devocional sobre personajes bíblicos escrito por Jaime Fernández.