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Jesús nos restaura porque no quiere que nos demos por vencidos

Por 16 octubre, 2015Reflexiones

Lo primero que hizo Jesús al encontrarse con Pedro fue cambiarle su nombre. Se llamaba Simón (que significa “caña”) y se comportaba así en la mayoría de las ocasiones. Si, decía siempre lo que pensaba, pero muchas veces era llevado de un lugar a otro, como una caña por el viento, tanto por lo que otros decían, por las circunstancias en las que estaba, así como por lo que él mismo pensaba. Cuando Jesús le llamó, le dijo: “Tu vas a ser Pedro” Lo que significaba que un día llegaría a ser una roca ¡Tenía que vivir de una manera diferente, sabiendo dónde estaba y quién era!

Pedro solía decir lo que pensaba sin pensar en lo que decía, y era la típica persona que, como decimos hoy, se apuntaría a un bombardeo. Sonreímos al leerlo porque algunos somos así: nos gusta estar siempre delante ¡los segundos planos son para otros! No somos capaces de vivir callados ni quietos. Nacimos para la aventura.

Pedro amó a Jesús porque descubrió que el Maestro quería que fuera él mismo, que no aparentase nunca. ¡El Señor siempre le escuchaba, dijera lo que dijera! Con el tiempo, Dios hizo de Simón, una roca: inconmovible, inquebrantable. Alguien que no iba dando tumbos por la vida como casi siempre.

Más de una vez Pedro se pasó cien pueblos con lo que dijo. Igual que nosotros. Se sintió fuerte cuando Jesús anunció que cuando fuera a la cruz todos le abandonarían. Pedro aseguró que él jamás haría tal cosa “¡Aunque tenga que morir contigo, lo haré!” Todos sabemos como terminó la historia, porque a menudo tenemos que tragarnos nuestras bravuconadas por muy sinceras que parezcan. En la presión, nos escondemos. ¡Somos capaces de negar a quién más queremos! ¡Nos importa más salvar nuestra vida y nuestra reputación, que ninguna otra cosa! (Juan 18:15-27) Cuando nos señalan sucumbimos ante lo que los demás nos dicen…

Visto desde aquí, todos hubiéramos puesto el “fin” a la historia y abandonado a Pedro. Nos hemos abandonado muchas veces a nosotros mismos también, porque somos los primeros en desistir de lo que hacemos y decimos ¡Incluso de lo que somos!

[Tweet «Pero Dios no desiste de nosotros. Para Él no hay un final de la historia, sino un punto y seguido.»]

Jesús restaura a Pedro porque Él jamás quiere que un amigo suyo sea vencido. Muchas veces nosotros abandonamos a los heridos; Dios, por el contrario, los fortalece de tal manera que, más tarde, ellos mismos llegan a ser los que traen sanidad a los demás. Después de resucitado, el Señor se encuentra con Pedro (cf. capítulo 21) y le pregunta por tres veces si le ama ¡tantas como las veces que su amigo le negó! Le rehabilita delante de todos y le dice no sólo que va a seguirle, sino que incluso va a cumplir aquello que deseó una vez: ¡Va a entregar su vida por el reino de Dios!

Dios se encarga de que los que somos como “cañas” sacudidas por todo y por todos, terminemos, con su ayuda, siendo rocas de las que muchos pueden agarrarse.

Devocional de Jaime Fernández, que recientemente nos ayudó comentando los nuevos Evangelios de Juan que estamos ofreciendo como material de evangelismo.

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