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Acumulando queso: «de grosura será saciada mi alma»

hombre con barba y camiseta blanca y gorro blanco revisa quesos en gran almacén para blog devocional sobre el versículo de Salmos de grosura sera saciada mi alma

Hace unos días leí una noticia curiosa. Al parecer, Estados Unidos guarda una cantidad enorme de queso.

Por un lado, a pesar de ser el mayor productor mundial, apenas exporta queso. Por otro lado, desde los años 20 del siglo pasado, el gobierno de EE. UU. ha comprado la leche y el queso excedentes para evitar la bancarrota del sector agrícola y ganadero del país. Esto ha beneficiado al sector, pero ha generado un verdadero problema de espacio: ¿dónde se pueden guardar 540.000 toneladas de queso? Ocupan un espacio enorme en edificios gubernamentales, sótanos, minas y otros lugares insospechados.

A largo de la historia humana, la conservación de los alimentos ha sido una prioridad. Resultaba que los alimentos ricos en grasa eran mucho más difíciles de conservar. La grasa es necesaria por ser la portadora de muchas vitaminas, las llamadas «liposolubles» A, E, D y K. Aunque este dato no se conociera a nivel científico, la relación entre una alimentación variada y la salud ha ido siempre guiando la búsqueda de formas de conservación de determinados alimentos. Muy temprano en la historia todas las culturas encontraron en la fermentación de los lácteos una forma excelente de conservación: mantequilla, yogur y kéfir, así como quesos de muchos tipos.

«De grosura será saciada mi alma»

En la Biblia se señala otro tipo de grasas como mejor en cuanto a su sabor: la grasa animal. Esta grasa tenía mejor sabor y olor al ser cocinada. En el sistema sacrificial del Levítico, la grasa sólida que acompañaba a las vísceras debía ser separada y quemada para el Señor: «Es ofrenda de olor grato a Jehová» (Levítico 3:16). La ofrenda de la grosura de las diferentes partes del animal traído como sacrificio agradaba a Dios; era un olor dulce y grato para Jehová. La grosura era considerada la porción principal, que daba sabor y suavidad a la carne del animal. ¿A quién no le gusta ese sabor de la grasa cocinada a fuego lento, recién hecha, en una barbacoa?

En el Salmo 63:5-6 encontramos:

Como de médula y de grosura será saciada mi alma, y con labios de júbilo te alabará mi boca, cuando me acuerde de ti en mi lecho, cuando medite en ti en las vigilias de la noche.

Luego, en otros salmos (23, «aderezas mesa delante de mí…»; 16, «delicias a tu diestra para siempre», etc.) encontramos una gran cantidad de veces que es el Señor el que dispone el banquete. Es Él mismo quien nos invita y nosotros, tercos (como sólo los seres humanos podemos ser), en ocasiones rechazamos su invitación.

El Señor, cada día, cada noche, nos está invitando a sentarnos en su presencia y disfrutar un manjar de gran sabor, recién hecho, con el mejor valor nutricional, que cubre de la mejor manera toda la necesidad de nuestra alma. ¿Disfrutamos ese meollo y esa grosura cada día? ¿O tenemos acumulado mucho queso, ya medio rancio en nuestra cámara, en el sótano de nuestra alma?

¿Verdad que nos resulta ridículo pensar en esas toneladas de queso acumuladas en sótanos? Pues rechazar su llamado a encontrarnos con Él y preferir «vivir de las rentas espirituales», de aquellos conocimientos y experiencias que tenemos pero que ya están viejos y revenidos, es igual de ridículo. Es mucho mejor la grosura de experimentar a Dios cada día.

¡Cuán preciosa, oh Dios, es tu amorosa bondad! Por eso los hijos de los hombres se refugian bajo la sombra de tus alas. Serán completamente saciados de la grosura de tu casa, y tú les darás de beber del torrente de tus deleites. (Salmo 36:7-9)

— Devocional de Andrés Stunt. Es enfermero en Atención Primaria en Madrid, está casado desde hace 25 años y es padre de dos hijos.

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