Skip to main content

«In te Domine speravi»: En ti, oh SEÑOR, pongo mi confianza

Devocional "In te Domine speravi": En ti, oh SEÑOR, pongo mi confianza

Jadeando, te detienes y miras tus manos: están temblando.

El polvo y el sudor se han mezclado, produciendo un mal olor que ya llevas contigo desde hace días. Las chinitas que una y otra vez se cuelan en tus sandalias han dejado ampollas, que ahora apenas duelen de tanto correr. Los músculos arden, pero ese ni siquiera es tu mayor problema: están hablando de apedrearte. Y peor aún, tus hijos y tus esposas ya no están; han sido llevados cautivos por los enemigos. Después de décadas luchando por tu vida y la de tus compañeros, todo parece perder sentido.

En la ciudad donde esperabas encontrar refugio tras una batalla dura, solo encuentras amargura, rencor, rabia… y furia contra el mundo y contra ti mismo. Pausa.

Cierras los ojos, respiras… y eliges conectarte con el Dios Supremo de los Cielos.

Salmos 31:1-5 (NTV)

  1. Oh Señor, a ti acudo en busca de protección; no permitas que me avergüencen. Sálvame, porque tú haces lo correcto.
  2. Inclina tu oído para escucharme; rescátame pronto. Sé mi roca de protección, una fortaleza donde estaré a salvo.
  3. Tú eres mi roca y mi fortaleza. Por el honor de tu nombre, condúceme fuera de este peligro.
  4. Sácame de la trampa que me tendieron, porque en ti encuentro protección.
  5. En tus manos encomiendo mi espíritu; rescátame, Señor, porque tú eres un Dios fiel.

No sabemos cuándo fue escrito el Salmo 31, el texto no lo dice. Pero podría haber sido escrito cuando David llegó a Ziclag, después de que los amalecitas hayan robado todo (1 Sam 30). Independientemente de cuándo haya sido compuesto este salmo, David vivió en tiempos tumultuosos: perseguido por Saúl en varias ocasiones, viviendo en el desierto y esperando el cumplimiento de la promesa de Dios. A David no le eran extraños el sufrimiento, la ansiedad, las dudas y posiblemente episodios depresivos.

Y aun así, David, de manera repetida, escoge activamente huir a su Señor por protección, porque el Dios de Israel se mostró fiel hacia él en el pasado; y por su integridad y justicia, David confía en el Salmo 31 en que Jehová hará lo correcto por siempre.

Esta reacción es especialmente importante para nosotros, cuando vivimos en un mundo lleno de distracciones que nos ofrece múltiples mecanismos de afrontamiento como comer, beber, deslizar compulsivamente el dedo por las redes sociales, dormir y mucho más. Estos “refugios” terrenales podrían haber sido opciones a las que David habría podido recurrir.

Lo que en castellano se traduce como “a ti acudo en busca de protección” también podría interpretarse como “hacer de ti mi refugio”. Al observar dónde más se utiliza esta palabra, חָסָה (pronunciada jasá), la encontramos en otro texto relacionado con David. Es muy probable que él conociera la historia de su abuelo Obed, hijo de Rut y Booz, y de sus bisabuelos. Su bisabuela, finalmente, sobrevivió por fe, permaneciendo junto a su suegra, y fue incluida en la santa genealogía de nuestro Señor.

Booz, en Rut 2:12, reconoce esta misma fe y la bendice por haber confiado en el Dios de Israel, “bajo cuyas alas viniste a refugiarte” (Rut 2:12, NTV). Se trata de la misma idea y la misma palabra utilizada en el Salmo 31. Esta palabra no se emplea como un concepto pasivo, como si confiar en Dios fuese simplemente pensar en Él con fuerza, sino como una decisión activa, cuyas consecuencias se manifiestan en una fe viva en el Dios viviente.

Por poéticos que hayan sido estos primeros versículos, es el versículo quinto el que marca el valor y también la trascendencia de este salmo. Salmo 31:5: “En tu mano encomiendo mi espíritu”, es el versículo que Jesús cita antes de morir en la cruz (Lucas 23:46). Solemos leer estas palabras como una declaración solemne con la que Jesús anuncia su muerte, pero podemos contemplarlas también como un último acto de fe, un momento de confianza activa en el que Jesús proclama su paz interior, sabiendo que su Padre no lo ha abandonado y no lo hará, un momento decisivo en el que la esperanza no se apaga ante la muerte.

¿Por qué? Porque, en su contexto, el versículo continúa: “Tú me has redimido, oh Jehová, Dios de verdad”, una afirmación del pasado que, tanto para David como para Jesús, se convierte en certeza para el presente y esperanza para el futuro.

Reflexión:
¿Cuál es tu mecanismo para afrontar las circunstancias?
¿Cuándo fue la última vez que encomendaste tu espíritu en las manos del Dios de la Verdad y la Claridad?

Reto:
Para sustituir tus mecanismos para afrontar no saludables, la próxima vez que la ansiedad te golpee el pecho y sientas que no puedes respirar, pensar o que estás a punto de caer en pecado, abre este Salmo y recuerda la confianza de David, Rut y Jesús.

Oración:
Señor, conoces mi situación, conoces mis temores y el dolor que me persigue ahora mismo y que me deja sin aliento. Pero yo también conozco tu bondad y fidelidad; la has demostrado en mi vida una y otra vez.
Sé mi refugio divino, el ala que me protege del sol que abrasa, el Dios que todo lo guarda. Encomiendo mi espíritu en tus manos porque tú me has salvado y redimido, una y otra vez. Tú, oh Dios de la Verdad, te has mostrado fiel y verdadero.

Reflexión de Dorotea C. SisoEvA, coordinadora de eventos de Abba.

Dejar un comentario