La felicidad es un anhelo legítimo. Nosotros la buscamos todos los días de la vida. Sin embargo, la felicidad no es un lugar a donde ir, sino una manera como se camina. Salomón buscó felicidad en la bebida, en la riqueza, en el sexo y en la fama, pero descubrió que todo era vanidad. La felicidad que él buscaba en todas esas fuentes, se encuentra en Dios.
El verdadero propósito de la vida es la felicidad, pues el fin último de la vida es Dios. El propósito principal del hombre es glorificar a Dios y deleitarse en Él para siempre. Dios nos creó para la mayor de todas las felicidades, la felicidad de amarlo y disfrutar de su intimidad. Es en la presencia de Dios donde existe plenitud de alegría. Es en su diestra donde encontramos delicia para siempre.
Muchos buscan la felicidad en el dinero; otros en la fama y en el placer; y otros aun en el éxito. Pero descubren que al final de esa línea solo existe un espejismo, no la verdadera felicidad. La felicidad verdadera no está en tener, sino en ser. La fuente de la felicidad no está en las cosas, sino en Dios; no está en la tierra, sino en el cielo. Los encantos de este mundo no pueden hacernos felices, pero Dios sí puede, pues Él nos creó, nos formó, nos redimió, nos llamó por el nombre y somos de Él. Cuando nosotros lo conocemos y lo amamos, entonces somos verdaderamente felices.
Devocional del libro “Gotas de Consuelo para el Alma” escrito por Hernandes Dias Lopes. Publicado con permiso de Clie.es