En el plano humano, nadie nos ama con amor más puro que padre y madre. Aquellos que nos engendraron y cuidan de nosotros nutren un amor desinteresado y verdadero por nosotros. Nuestros padres nos aman no solo por causa de nuestras virtudes, sino a pesar de nuestros fracasos; no solo por nuestros méritos, sino a pesar de nuestros deméritos.
Sin embargo, aun los mismos padres pueden fracasar en el amor a los hijos.
Muchos repudian a sus hijos. Muchos desheredan a sus hijos. Muchos padres matan a sus hijos. Aunque tu, no obstante, llegaras a esta situación extrema, el salmista dice: “aunque mi padre y mi madre me dejaran, con todo, Jehová me recogerá” (Salmos 27:10).
El amor que Dios tiene por ti es eterno y perseverante. La causa del amor de Dios por ti está en sí mismo. Él jamás renunciará a tenerte, a amarte y a conquistar tu amor. Él probó su amor por ti, entregando a su Hijo unigénito para morir por tus pecados. Envió al Espíritu Santo para habitar en ti, para que te regenerara y te sellara como propiedad exclusiva suya. Por medio de Jesús, tu puedes ser hijo de Dios, heredero del Señor y ciudadano del cielo. Aunque en el camino a la gloria cruces calles plagadas de espinos, Dios jamás te desamparará.
Cuando te sientas débil, Él te cargará en su regazo.
Devocional del libro “Gotas de Consuelo para el Alma” escrito por Hernandes Dias Lopes. Publicado con permiso de Clie.es.