«Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.» Hebreos 11:1
¡Extraño concepto, este de la fe, en pleno siglo XXI! ¿Es de recibo que hoy en día alguien tenga fe, siendo inteligente y culto, estando informado de los descubrimientos científicos, teniendo un espíritu abierto y receptivo a todo el saber?
No estamos aquí hablando de credulidad. El crédulo asume con facilidad y ligereza cualquier postulado, por descabellado que sea y sin cuestionar las fuentes, y no tiene ningún inconveniente en cambiar de opinión al presentársele una idea nueva.
Tampoco estamos hablando de fanatismo, que supone la defensa ciega y desmedida de creencias, sin cambiar nunca de parecer a pesar de posibles y abrumadoras evidencias en contra.
Cuando hablamos de fe nos referimos a otra cosa. Tiene que ver con confiar en alguien o en algo que merece nuestro crédito, no en cualquier cosa. Tiene que ver con argumentos, con raciocinio e inteligencia, y con convicción.
La fe del cristiano nunca es una fe ciega. La fuente de lo que cree es Dios, encarnado en Jesús que fue su expresión más clara, y que dio sobradas pruebas de ser veraz y conocer la realidad más allá de nuestros ojos, y demostró sin lugar a dudas que era quien decía ser, el Hijo de Dios, especialmente con sus obras de poder que no pudieron negar ni aun sus enemigos.
Si el Creador nos hizo con inteligencia, ¡por supuesto que espera que la empleemos para considerar, analizar, sopesar y finalmente concluir sobre cualquier tema! También en lo que se refiere a Él. La Biblia está llena de invitaciones a reflexionar y comparar, y abruma con argumentos.
Quien tiene la fe que describe la Biblia sopesa las cuestiones y decide si depositar la confianza o no en lo que se le propone. Si se presentan nuevos argumentos, revisa y actualiza su convicción, y la modifica con honestidad si es necesario.
Pero es cierto que el contenido de lo que cree un cristiano en gran parte es invisible, y supone un salto de fe. Pero no nos equivoquemos: lo que de Dios nos es revelado, en numerosas ocasiones está por encima de la razón, ¡pero nunca en contra de ella!
La fe es la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve, porque el fundamento es de fiar. No se trata de tener mucha fe sino de en quién se deposita la fe. Ése es el punto.
Y llegados aquí, entonces, cabe preguntarse qué dice el Señor, qué ofrece, qué propone, qué demanda. Y lo maravilloso es que, de entrada, nos brinda la salvación y el perdón de nuestros pecados, y la vida eterna.
Tema de oración: Imploremos al Señor que nos aumente la fe, que nos conceda confiar plenamente en Él, que nos ama, para vivir caminando tomados de su mano por la senda de la vida, ocupándonos de nuestra salvación con temor y temblor.
Febe Jorda es pedagoga, autora de “La llave” y “Los papeles del abuelo” y escribe en Protestante Digital.
- Febe recomienda el libro: «Perfil de tres monarcas», Gene Edwards
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