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Ser cristiano no es tener un carnet para el cielo – E.Casal

 «Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos;» (Juan 8:31)

La vida cristiana es conexión, estar conectados con Dios. Juan, el apóstol, insiste en esta idea de «permanecer» en su palabra, en Cristo, en su amor.

Por eso, ser cristiano es mucho más que una profesión de fe. Es cierto que la nueva vida que Dios ofrece comienza el día que oímos el evangelio y nos volvemos a Dios reconociendo nuestro pecado, aceptando la salvación que nos ofrece en Cristo. Sin embargo, el llamado del Señor es a ser sus discípulos, sus seguidores, no simplemente a formar parte de la membresía de una iglesia o a considerar que ya tenemos un «carnet para el cielo».

Los verdaderos discípulos, son personas cautivadas por Cristo, que quieren seguirle, que quieren imitarle, que quieren obedecerle. De ahí, el llamado y la advertencia que se perciben en estas palabras de Jesús, exhortando a permanecer en su palabra. Con ellas nos avisa del peligro de no permanecer, de deslizarnos (Heb 2:1), siendo solo oidores y no hacedores (Stgo 1:22).

Permanecer en su palabra es seguir sus enseñanzas, pero mucho más. En el evangelio de Juan Jesús es la Palabra encarnada, por eso dirá más adelante que separados de él nada podemos hacer, hay que permanecer en él (Jn 15,4.7).
Permanecer en la palabra de Cristo es hacernos oidores de ella escogiendo cada día la mejor parte, aquella que nos lleva a los pies de Jesús para escuchar en la Biblia sus enseñanzas (Lucas 10:39).

La lectura bíblica diaria no es solo un disciplina espiritual importante sino una elemento básico de nuestra vida cristiana. Es alimento diario que nos fortalece espiritualmente, es luz que alumbra nuestro andar diario, es la brújula necesaria en nuestra decisiones. Permanecer (menein) en la palabra es la condición necesaria de todo discípulo, no es pues, una opción para algunos sino un requerimiento para todos. No es una cuestión momentánea sino, como indica el sentido del verbo, permanente.

El evangelio de Juan nos habla de muchos que creyeron en Jesús, manifestaron una fe en sus obras y milagros, pero la fe que Jesús busca es la fe que descansa en Él, que le reconoce como el Hijo de Dios y que se expresa en el compromiso de seguirle y servirle. Muchos de los que parecían creer abandonaron a Jesús cuando sus palabras no les gustaron (Juan 6) ¿somos de los que permanecemos en su Palabra cuando esta nos reta y nos compromete, o solo buscamos a Jesús cuando pensamos obtener sus beneficios?

Permanecer en su palabra es dejarnos enseñar por ella, acomodar nuestra forma de pensar y nuestro comportamiento a las enseñanzas de Jesús. Las enseñanzas de Jesús no son factor de estudio – aunque para conocerlas hay que estudiarlas – sino camino para la vida, para tomar nuestras decisiones, examinar nuestro corazón, discernir nuestros propios pensamientos entendiendo si son buenos o malos, correctos o incorrectos, conducir nuestras acciones.

Un anuncio de la televisión preguntaba: ¿Cueces o enriqueces? ¿Escuchamos la palabra con ese interés que enriquece nuestra vida, que la alimenta, que le da buen sabor?

Devocional escrito por Eliseo Casal, anciano de la Iglesia Unida de Barcelona.

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