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Nosotros también «nos mojamos la cara»

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Estaba leyendo a nuestra hija Julia la Biblia Abba cuando llegamos al relato en el que Jesús anda sobre el mar.  La imagen es tremenda: las caras de los discípulos de Jesús muestran el esfuerzo en medio del mar con un viento contrario y también vemos el asombro al ver a Jesús andando sobre el mar. De repente se puso a reír diciendo «mira papá ¡se está mojando la cara!»

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Esforzándome un poco noté que hay una gota que está cerca de llegarle a la cara al discípulo que en esta Biblia identificamos como Juan. Hasta aquel momento a Julia sólo le había llamado la atención el hecho de que en la Biblia se hable de que los discípulos pudieran pensar que aquel que venía andando podría ser un fantasma.

La cosa es que a mi se me quedaron grabadas las palabras «¡se está mojando la cara!» Y es que aunque como cristianos afirmamos que cada día Dios está a nuestro lado, nos mojamos la cara, nos afecta lo que nos sucede y Dios nos moldea mientras sufrimos.

Aquellos discípulos, pescadores experimentados, hacían lo que podían usando todas sus habilidades para sobrevivir. Seguro que hasta pensaron en dejarse llevar cansados por tanto esfuerzo. Y así estamos nosotros, hacemos lo que podemos y nos afectan las dificultades por las que pasamos aunque en algunas ocasiones estemos mejor preparados para afrontarlas.

En aquel momento de dificultad, los discípulos necesitaban a Jesús. Y Jesús llegó diciendo «¡Tened ánimo; soy yo, no temáis!» y calmó la tempestad cuando lo creyó conveniente. Así también sucede con nosotros hoy. Dios nos ve en medio de dificultades y considera el mejor momento para ayudarnos. De lo que sí podemos estar seguros es que él nos sigue diciendo «¡Tened ánimo; soy yo, no temáis!»

Jesús calmó el viento y los discípulos estaban maravillados pero ellos seguirían mojados y con las manos doloridas por el esfuerzo. Porque esta es la realidad que a veces no nos arriesgamos a contar: Cuando confiamos en el Señor pasamos por dificultades, no se terminan todos los problemas. Nos afectan las cosas cuando suceden, nos «mojamos la cara» y tenemos cicatrices. Y Dios nos enseña algo aunque a veces no entendamos nada. Predicar otro Evangelio es una absoluta contradicción con lo que leemos en la Biblia.

Ayúdanos Señor, a esperar en ti siempre, especialmente cuando atravesamos dificultades. Aumenta la fe que en tu misericordia pusiste en nosotros para que entendamos que siempre estarás a nuestro lado, eres dueño del tiempo y tienes el control de todo.

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