«La salvación es de Jehová; sobre tu pueblo sea tu bendición.» Salmos 3.8
¡Cuántas veces los problemas y las crisis de la vida nos roban el sueño!
Problemas y batallas que hacen decaer las fuerzas y nos hacen exclamar: “¿Qué más puede sucederme? ¿Por qué todo me sucede a mí?” Situaciones que no parecen tener salida, y nos llevan a pensar que todo lo que viene de Dios es negativo para la vida.
Cuando esta oración es escrita por el rey David, estaba hundido en una crisis muy profunda de su vida. Su propio hijo estaba acosándole, pretendía quitarle la vida, para apropiarse de los derechos de la herencia antes de tiempo. ¡Su propia familia! ¡Los de su sangre! Eran sus enemigos. Los que le rodeaban le veían como acabado y sin solución, a los ojos del mundo estaba sin solución. No había esperanza para este hombre.
Es en medio de esta crisis profunda, del rechazo, del abandono, de la opresión; es en medio de todo esto que David alzó los ojos, dejó de ver las miserias de su vida, para alzar los ojos en el poder y los recursos de su Dios. Es ahí donde ve a Dios que es escudo ante todos sus enemigos (v.3), era la respuesta oportuna ante todas las situaciones que no podía entender (v.4), era el descanso que necesita para mantener su vida firme (v.5)
Surge entonces una pregunta de la experiencia de David. ¿En qué consiste la salvación de Dios para las crisis que afectan a nuestras vidas? Desde luego que la salvación de Dios no tiene que ver con la desaparición de los problemas. En muchas ocasiones, viviendo en medio de problemas que nos quitan la paz, nos acostamos con el deseo de que al despertar ya no estén ahí. Pero al despertar en la mañana, como compañero ahí continúa el problema. El salmista afirmaba, y dormía, porque sabía que Dios era el que le acompañaba en todo el camino de su vida.
Dios no promete la desaparición de los problemas, sino su compañía en medio de ellos; Dios promete su consejo, su protección, su fortaleza y una salida…
Dios está siempre acompañándote en todas las luchas de tu vida, nunca nos dejará solos. Y es ahí, con su presencia, que está la bendición para la vida.
Bendición, o felicidad, es el regalo que Dios quiere derramar en tu vida. De tal manera que por muy profunda que sea tu crisis, por muy grande que sea tu dolor, ahí, en medio de tu batalla, a tu lado, sintiendo tu dolor, está tu Dios. Él se identifica completamente contigo, es tu Señor, tu escudo, tu refugio, tu sustentador.
Las batallas siempre asomarán en tu vida, pero Dios nunca te abandonará.
Oración: ¡Gracias Señor, por tu constante presencia, y por ser un refugio seguro para mi vida!
El autor del devocional es Eduardo Carnero, pastor de la iglesia evangélica de Villagarcia de Arousa y recomienda el libro «El día que fui crucificado», Gene Edwards.