Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano. (1 Corintios 15:58)
Cuando mi marido y yo tenemos la oportunidad de viajar, conocer personas nuevas, lugares diferentes, o incluso cuando hermanos en la fe, que no conocíamos antes, vienen a nuestro hogar, una de las cosas que más me sigue impactando desde que conocí a Jesús de forma personal, hasta el día de hoy después de 30 años, es experimentar que EN CRISTO somos una sola familia. Que aún sin conocer a las personas sentimos que somos parte de un mismo cuerpo, que hay una conexión profunda, especial e íntima en el espíritu porque lo más importante de nuestras vidas, lo tenemos en común, nuestra identidad: somos hijos de un mismo Padre. El es quien nos une y nos hace familia, es por eso que nos podemos llamar hermanos.
Al meditar este versículo veo en él dos partes claramente diferenciadas. Por un lado hay un llamado imperativo a los que somos hijos de Dios. Un llamado a la firmeza, a la constancia y al crecimiento. Como Padre El demanda de sus hijos firmeza, mantenernos con seguridad y convicciones radicales en medio de cualquier viento o tempestad, como los árboles que están bien arraigados y cimentados, venga lo que venga ahí se mantienen firmes, estables. También El demanda constancia, la vida cristiana es de cada día, de perseverar, el alimento tiene que ser diario, lo de ayer no me vale para hoy, cada día debo alimentarme para mantenerme firme. Y por último crecimiento, que implica un avance en mi vida personal, pero no tanto en mis prioridades, metas o logros personales, sino un avance en los planes de Dios para mi vida, en Su obra. Son tres demandas que Dios exige para sus hijos, no cuando nos apetezca o nos vaya bien, sino siempre.
Por otro lado en el texto veo la parte que no nos corresponde a nosotros, sino a Dios, El nos promete que nuestro trabajo para El no es en vano. No importa lo que nuestros ojos puedan ver hoy, el resultado que veamos o no de nuestro esfuerzo y trabajo, la promesa para tu servicio al Señor si te mantienes firme, constante y creciendo es que tu trabajo no es en vano, por tanto vale la pena todo esfuerzo porque de seguro hay un resultado.
El tema de oración es pedir a Dios que esas actitudes de firmeza, constancia y crecimiento continuo en El sean nuestra prioridad y anhelo cada día. Que seamos personas firmes y que transmitamos a los demás estabilidad, arraigo, dependencia y seguridad en El. A la vez damos gracias a Dios porque El es fiel y Su promesa es que todo lo que sembramos dará fruto a su tiempo. Por tanto no desmayemos ni nos cansemos de invertir en la obra del Señor siempre, el resultado está asegurado.
Este devocional ha sido escrito por Mªdel Mar Molina Morón, es Experta en Orientación Familiar, lleva varios años con el ministerio De Familia a Familia y es coautora junto a Juan Varela de Tu Matrimonio Sí Importa
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Amén aleluya necesitaba esa palabra esa reflexión en este versículo.gracias q Dios la siga bendiciendo. Quiero seguirla esa palabra de alimento diario q necesito