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La única fuente de sabiduría – N. Alarcón

Por 29 junio, 2015septiembre 3rd, 2015Reflexiones

«Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Revestíos con toda la armadura de Dios para que podáis estar firmes contra las insidias del diablo.» (Efesios 6:10-11)

El fin del mundo, como dice la novela Happiness, de Will Ferguson, sería un libro de autoayuda que funcionase de verdad. Hay algo asombroso en este fenómeno de décadas: nunca se acaba. Siempre hay un método nuevo, una idea supuestamente revolucionaria, algo que hará que superemos todos nuestros problemas, que terminará con nuestras debilidades. Cada pocos años surge uno de estos libros que pasa a estar de boca en boca, que hace que la gente visualice su futuro, crezca económicamente, deje de fumar. Y va por épocas, por modas; cambian los nombres, los autores, aquellas cosas que supuestamente son nuestro único problema. Unas veces es la comida, otras nuestra falta de focalización, o que no hemos sabido conectar con nuestro niño interior… cualquier cosa, en realidad. Se hace mención de poderes sobrenaturales sin nombre, de verdades escondidas (nunca se dice por quién) en el interior del ser humano. Y al rato, como en una atracción de feria, después de haber sido deslumbrados nos encontramos de nuevo en el mismo punto donde comenzamos.

Sin embargo, como señala Ferguson, si todos los métodos defienden ser la clave para la felicidad humana, ¿por qué necesitamos métodos nuevos constantemente? ¿Por qué esa afluencia de terminologías, de verdades recién descubiertas, de talleres especializados, de iniciaciones casi mistéricas? Nunca, nunca jamás se acaba.

La Biblia dice que nada de lo que se vende en esta literatura es verdad. Al final resulta que la verdadera ficción no está en las novelas. El problema del hombre no está en nada exterior a él, y no hay nada que nosotros podamos hacer para vencer definitivamente la desolación que hay en nuestro interior. Es una situación sin salida.

Solo hay un poder en el que podemos apoyarnos para ser fuertes, mejorar, superar la adversidad: el poder del Señor. Solo podemos descansar en él para revestirnos de una armadura que nos proteja de lo exterior que nos desgasta, mientras en nuestro interior permanecemos firmes. Ningún otro poder, ningún método revolucionario, ninguna otra fuente de sabiduría tendrá la capacidad de hacernos fuertes contra nuestros enemigos, ya sea el diablo o, en la mayoría de los casos, nosotros mismos.

Tema de oración: Que el Señor nos enseñe a poner todas nuestras debilidades bajo su amparo para poder recibir su fortaleza.

Noa Alarcón escribe en «Preferiría no hacerlo» de Protestante Digital.

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