-“Nunca os conocí.” (Mateo 7:23)
Cuando por fin el intrépido periodista Stanley se encontró cara a cara con el legendario misionero David Livingstone cuentan que de forma lacónica le dijo: “¿El Dr. Livingstone, supongo?” No le había visto antes pero sabía mucho de él después de invertir meses buscándole por los territorios más recónditos de África. Sin embargo, aún y sin conocerle personalmente y a pesar de encontrarle seriamente enfermo y desnutrido le reconoció en seguida.
Al final de los tiempos a todos, cristianos o no, nos espera un juicio. Y el Evangelio advierte que Jesús no reconocerá a supuestos discípulos suyos que creerán serlo por sus acciones y de Su boca sólo recibirán el más profundo de los rechazos. Es un texto sorprendente pues esos seguidores reclamarán sus derechos adquiridos por su esfuerzo personal, todo hecho en Su nombre: grandes predicaciones, espectaculares milagros o incluso sorprendentes exorcismos se presentarán como aval pero no servirán para obtener el reconocimiento de Jesús. ¿Cuál es el problema? ¿Acaso no encargó el Maestro en su comisión final que predicásemos a todos los pueblos? ¿Acaso no dio poder a la iglesia primitiva para precisamente hacer señales sobrenaturales?
La clave del rechazo está en la motivación. ¿Todo lo hecho habrá sido para obedecer al Padre o para servirse a sí mismos? La línea entre la obediencia y la vanidad puede ser muy fina y debemos estar atentos a no cruzarla porque de hacerlo nos podemos convertir en ‘hacedores de maldad’ en lugar de siervos. Los tiempos de la apostasía y el engaño están entre nosotros y muchos falsos profetas confunden a propios y a extraños actuando como vendedores de esperanzas nunca gratuitas. Los hay que venden sanidades, prosperidades, oraciones y otros todo un atractivo catálogo de productos religiosos y mágicos: sal bendita, agua del Jordán, tierra de Jerusalén, aceite de olivos de Getsemaní… convirtiendo así el Mensaje de Jesús en un simple negocio y a Su casa -como diría Jesús- en una cueva de ladrones que se aprovechan de la ignorancia y el deseo de muchos de ser engañados. Superstición al por mayor, eficaz marketing religioso, Wall Street en versión espiritual.
Cierto que se llamarán a sí mismos seguidores de Jesús pero sólo lo son de sus intereses personales y niegan lo más básico de Su mensaje: la salvación por fe y no por obras. Seguir a Jesús implica servirle, por supuesto, pero antes obedecerle y hacer exactamente lo que Él nos pide. Seguirle no implica mérito alguno ni nunca ganamos puntos para merecer la salvación por ello ya que de hecho por nuestra parte porque sólo hicimos lo que debíamos haber hecho.
Por precaución -por si acaso llegara a existir- los griegos de Atenas rendían también culto al “Dios no conocido” del cual precisamente les predicaría Pablo. No le conocían ni sabían su nombre pero tenían su altar -¿incluso quizás su estatua?- entre su amplio repertorio mitológico aunque esa pseudo relación era simplemente religiosa y formal, nada parecido a lo que Dios espera. El Dios de la Biblia se ha dado a conocer de múltiples formas hasta mostrarse de la manera más perfecta en la persona de Jesús de Nazaret porque quiere que mantengamos una relación personal, sincera y comprometida para que a su vez al final Él pueda certificar que nos conoce. De lo contrario simplemente negará habernos conocido.
Devocional escrito por Daniel Banyuls, director de la Fundación Ábside (Agencia Bautista para la Solidaridad Internacional y el Desarrollo). Recomienda el libro, Conocimiento del Dios Santo, de J.I. Packer.