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Providencia sombría, rostro sonriente

Por 14 diciembre, 2015Reflexiones
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Y ella les respondía: “No me llaméis Noemí, sino llamadme Mara, porque en grande amargura me ha puesto el Todopoderoso”.
Rut 1:20

No construya un monumento a su dolor. Su valle oscuro puede convertirse en un manantial. Sus lágrimas amargas pueden convertirse en una fuente de consuelo. Noemí, la esposa de Elimélec y madre de Mahlón y Quilyón, enterró a toda la familia en una tierra extranjera. Al volver a Belén, estaba con el alma llena de amargura por causa de aquella situación desoladora. Decidió cambiar su nombre y erigir un monumento a su dolor.

Debido a que su nombre significa alegría, lo cambió por Mara, “amargo”, atribuyendo a Dios toda la desgracia. Con el alma encharcada de dolor, acusó al Todopoderoso de ser el protagonista de todas las tragedias que cayeron sobre su cabeza. Noemí estaba decepcionada con Dios. Su pasado fue glorioso, su presente era de dolor, y su futuro parecía ser una tragedia.

No obstante, Noemí no sabía que en medio de este valle sombrío había una cara sonriente.

Dios estaba repaginando su historia, escribiendo uno de los capítulos más emocionantes en el mundo, porque esa viuda amargada sería abuela del gran rey David y ancestral del Mesías. Más allá que su descendencia hubiese sido borrada de la historia, se ha perpetuado por siglos. A veces también nos sentimos amargados por las circunstancias de la vida. Nos sentimos agraviados. Perdemos el brillo de la alegría. Dejamos de cantar y nos entregamos a la amargura.

Sin embargo, incluso aunque esa providencia nos parezca sombría, el rostro sonriente de Dios nos señala un camino lleno de esperanza y de vida.

Devocional del libro “Gotas de Alegría para el Alma” escrito por Hernandes Dias Lopes. Publicado con permiso de Clie.es

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