¿Has ido alguna vez al hospital a visitar a una amiga o familiar que acaba de dar a luz? Imagina a esa mamá con su pequeño dormido en sus brazos. No hay mirada más serena, feliz y seria a la vez que la de esa madre, mirando a su hijo por primera vez. Casi son una sola persona. El grado de unión que existe entre esos dos seres humanos, creo que no se puede superar con nada. Creo que probablemente es el sentimiento de amor incondicional más fuerte que puede imaginar el ser humano.
Pues escucha lo que Dios mismo dice: «¿Puede una madre olvidar a su niño de pecho y dejar de amar al hijo que ha dado a luz? Aún cuando ella lo olvidara, ¡yo no te olvidaré! Te llevo grabada en las palmas de mis manos; tus muros siempre los tengo presentes» (Isaías 49:15).
¿Puede una madre olvidar a su niño?
Esta promesa se encuentra en el libro del profeta Isaías. En este libro, Dios está anunciando a su el castigo que caería sobre su pueblo, Judá, unos 150 años después, debido a su rebeldía. Dios les anticipa que sufrirían a manos de los babilonios, que serían llevados en cautiverio, para después ser maravillosamente liberados. Dios anticipa el sufrimiento por el que pasarían, pero igualmente anticipa que llegaría la restauración, cuando el Mesías prometido apareciese en la escena.
En ese contexto de juicio y gran dificultad, muchos iban a pensar: «El Señor me ha abandonado, el Señor se ha olvidado de mí»(Isaías 49:14).
Ese es el lamento de personas que están pasando por un gran sufrimiento. ¿Te has sentido así alguna vez? La sensación de que ya no somos importantes para el Señor, de que su mirada está puesta en otro lugar y no está pendiente de cuanto nos sucede. A veces, sufrimos diversas situaciones que nos empujan a pensar que Dios se ha olvidado de nosotros.
Pero el Señor dice: Yo nunca me olvidaré de ti. ¿Puede una madre olvidar a su niño? La relación de amor más profunda que tú puedas visualizar, ESA y aún mayor, es la relación de amor que yo tengo hacia ti. JAMÁS te olvidaré.
En mis palmas te tengo grabado
Cuando por fin sucedió el desastre y Judá fue llevada en cautiverio como juicio por su pecado, muchos judíos se dibujaban unas líneas como un boceto de Jerusalén o del templo, en la palma de la mano, para no olvidar las promesas de Dios. Y así iban en el día a día, con el puño cerrado, agarrados a las promesas de Dios, llevando presente lo que Dios les había dicho que iba a hacer. A aquellos que deseaban de todo corazón ver cómo Dios les liberaría, Dios mismo les dice: Soy yo el que os tengo tatuados en mis manos, jamás dejo de teneros presente: NUNCA me olvido ni me olvidaré de vosotros.
La Palabra de Dios nos habla de la Segunda Venida de Jesús; un día cuando Él vendrá otra vez y pondrá en este mundo su Reino, ejerciendo el mejor gobierno que este mundo nunca haya visto.
Entre tanto, hay ocasiones en las que, en medio del sufrimiento real, de las situaciones de la vida y de la muerte, podemos llegar a pensar que Dios no está pendiente de nosotros o que mira hacia otro lado. Esta promesa también es para nosotros. Está dirigida a aquellos que llevan tatuado en su alma las promesas de Dios, aquellos que esperan que Él va a cumplir todo lo que ha prometido.
Dios mismo les dice: Puede ser que, aunque lleves mis promesas en tu corazón grabadas, en alguna ocasión llegues a olvidarte de ellas y puedas sentirte abandonado o derrotado; sin embargo, Yo nunca me olvidaré de ti. Te amo con un amor más fuerte que el amor de una madre por su bebé y te tengo presente cada día. Cuando abro mis manos, taladradas por ti, me acuerdo en cada momento de ti, siempre. Yo te tengo grabado en mis manos y jamás me olvido de ti.
Jesús intercede siempre por nosotros delante del Padre, Él nunca se olvida de nosotros, Él siempre permanece Fiel, y pronto vendrá a rescatar a los suyos y a disponer su Reino.
Vuelve a pensar en esa imagen de paz en la que la madre mira con amor total al bebé al que ha dado a luz. Así nos ama nuestro Dios y tal es su amor hacia nosotros.
— Devocional de Andrés Stunt. Es enfermero en Atención Primaria en Madrid, está casado desde hace 25 años y es padre de dos hijos.