«Ciertamente soy el más torpe de los hombres, y no tengo inteligencia humana. Y no he aprendido sabiduría,ni tengo conocimiento del Santo.» Proverbios 30:2-3
Hace unos días leí una publicación que intentaba conceder un espacio a los efectos y consecuencias de la crisis en las vidas de las personas y en algunos sectores de mercado. En esa ocasión consistía en una entrevista a un hombre de unos sesenta años que explicaba cómo vivía durante los años previos a la crisis económica y cómo se encontraba ahora.
Él era agente inmobiliario y trabajaba en una sucursal de una las empresas más conocidas. Entre los años 2000 y 2007 vivió de pleno el boom del sector. «En aquellos años podías solicitar préstamos de todo tipo, si necesitabas 175.000 euros podías salir del banco con una maleta con 250.000» – decía. Su salario ascendía a unos 10.000 euros semanales. Sin embargo no podía evitar el derroche constante en lujos y caprichos como por ejemplo tomar un avión para ir a cenar a Nueva York. Además malgastaba el dinero en prostitutas y en vicios como la cocaína, una de las cosas que más le perdía.
Ahora, y después de estos años de derroche, la entrevista en cuestión tenía lugar en el Aeropuerto de Barcelona, dónde vive ahora, subsistiendo de lo que encuentra en la basura. Sin propiedades, sin dinero y sin comida. Lo perdió todo. Al final de la entrevista, el protagonista comenta que mientras se encontraba en los albergues de acogida siempre se hacía la misma pregunta mirando a los demás: «¿Qué hago yo aquí? «. Pero con el tiempo llegó a obtener la respuesta: «Si estoy aquí dentro es porque soy igual que ellos».
Esta persona llegó a pensar que era distinto a los demás. Simplemente porque ganaba mucho dinero y vivía con muchos lujos, pero tuvo que perderlo todo para comprobar que ni el dinero ni el poder nos hace distintos. Ni siquiera el color de nuestra piel, ni la religión que sigamos; nada en este mundo; nada en absoluto puede cambiar lo que somos en esencia. Porque aquello que somos no consiste en lo que se ve sino en lo que no se ve; no consiste en aquello que decimos sino en lo que pensamos; no consiste en aquello que hacemos sino en aquello que deseamos; es decir, somos lo que somos en nuestro corazón. Por lo tanto la única forma de que el ser humano pueda cambiar en esencia es que haya primero un cambio en su corazón.
El protagonista de la entrevista no lo perdió todo sólo por la coyuntura de crisis económica, lo perdió todo por su terquedad y torpeza. Pero al fin comprendió que nada le diferenciaba de cualquier otra persona. Y justamente cuando comprendemos que no somos nada, estamos abriendo la posibilidad a ser algo, no a través de nosotros mismos sino a través de aquél que sí tiene potestad de cambiar un corazón arrepentido.
Motivo de oración: Simplemente oremos para que muchos comprendan que hay una ruina mucho mayor que el no tener dinero en este mundo, y es la ruina de nuestra alma.
Daniel Pujol es autor de «La fuga: ¿Por qué los jóvenes se van de la Iglesia?»
- Recomendación de Daniel: «La razón de Dios» de Tim Keller
¿Te gustan los devocionales diarios que publicamos? ¡Ayúdanos compartiéndolos para que lleguen a más personas! 🙂
Muy buena reflexión Dani.. Aunque no todas las situaciones de las personas tienen que ver con la crisis para mi la crisis ha válido para que mucj pies se apoyaran en el suelo
Muy buena reflexión. En medio de una crisis, nos mostramos tal como somos. Que el Señor nos ayude a ponerlo siempre a El, en el primer lugar de nuestras vidas.