La enfermedad ha golpeado con fuerza a mi familia en los últimos años. El cáncer se llevó a mi padre tras diez duros meses, y al poco tiempo le fue diagnosticado también cáncer a mi madre, y sigue acompañándole a día hoy.
Cuando crees que las cosas no pueden empeorar llega un nuevo bofetón de realidad.
Te acompaño en el sentimiento.
¡Qué cinco palabras más potentes y demoledoras a la vez! Y qué diferencia cuando quien las pronuncia las abraza con su vida, y te hace sentir que no estás sol@. Estoy muy agradecida por todas las personas que me han abrazado y me abrazan, aunque los momentos de profundo dolor tienen un componente de soledad inmenso e inevitable. Nadie puede pasarlos por ti.
No hay consuelo humano posible, porque hacen falta mucho más que palabras para acompañar, para ayudar, para consolar… y eso solo hay alguien que pueda ofrecerlo:
«Así que no temas, porque yo estoy contigo; no te angusties, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré y te ayudaré; te sostendré con mi diestra victoriosa». (Isaías 41:10, NVI)
Jesús experimentó toda clase de dolor, físico y emocional. Lo dio todo, se implicó e identificó con el ser humano y con su dolor… hasta morir.
«Cargó con el pecado de muchos, e intercedió por los pecadores». (Isaías 53:12)
Este mismo Jesús es el único que puede decirnos: «no temas, yo estoy contigo». Puede hacerlo porque ha estado solo y ha tenido miedo; puede decirlo porque Él es el mismo Dios que está presente desde siempre y para siempre. Yo me he sentido muy sola y huérfana, pero incluso en esos momentos de angustia nunca he dudado que Dios estaba conmigo, aunque suene contradictorio.
Jesús dejó una preciosa promesa cuando se despidió de sus discípulos. Tuvo que ser muy dura la sensación de desconcierto e incertidumbre al ver que el maestro ya no iba a estar físicamente con ellos. Ese «día después» al comenzar de nuevo y que Jesús ya no estuviera ahí. ¡Qué cambio tan radical! Me los imagino preguntándose: «¿Cómo seremos capaces de seguir sin Él?»
Pero no iba a ser así…
«He aquí yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo». (Mateo 28:20)
¿Cómo podía ser si Jesús se marchaba de este mundo y les dejaba solos?
«Y yo pediré al Padre, y os dará otro Consolador para que os acompañe siempre». (Juan 14:16)
Jesús no pronunciaba palabras vacías. Muestra inmenso amor hacia nosotros, porque nos dejó a alguien en su lugar: el Espíritu Santo. Siempre disponible para escucharnos, consolarnos, aconsejarnos…
¡Qué gran consuelo! No estar solos nunca, ni aún en los momentos más oscuros y tristes.
No vamos a poder evitar pasar por momentos difíciles, pero Dios nos acompaña en el sentimiento. Siempre.
— Devocional de Raquel Pozo Barceló. Raquel es enfermera de formación, empresaria de profesión, y madre de dos chicos. Aficionada a la escritura desde niña. Sirve en @iglevalencia a través de sus redes sociales.