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Tu y yo nos parecemos más a Tomás de lo que pensamos

Por 27 octubre, 2015Reflexiones
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Pobre hombre: cada vez que alguien, en algún lugar del mundo dice algo en lo que hay que creer, y la otra persona no es capaz de hacerlo, inmediatamente escucha esas palabras ¡No seas tan incrédulo como Tomás!

Un solo momento en su vida le dejó marcado para siempre, pero déjame decirte que no era para tanto como nosotros pensamos y… que todos nos parecemos mucho más a Tomás de lo que pensamos.

Tenía algo bueno: quería estar convencido. No le sirvieron nunca las “medias tintas”. Más de una vez estuvo dispuesto a arriesgar su vida por su maestro (Juan 11:14-16) y por otra parte, al leer los evangelios aprendemos de él que siempre estaba con los que iban al frente. No faltaba nunca y se apuntaba a todo. Incluso cuando los discípulos le dijeron que el Señor había resucitado, él siguió con ellos a pesar de no haberlo visto. El problema es que a veces, le costaba creer. Necesitaba pruebas. De la misma manera que nosotros, quería tocar, palpar; estaba harto de que alguien intentara engañarle.

Jesús lo sabía, por eso le dice: “No seas incrédulo, sino creyente”. Y no sólo eso, le animó a que tocara sus heridas y pusiera su mano en el lugar atravesado por la lanza. Tomás sabía que Jesús era Dios, y así se lo dijo delante de todos. ¡Lo sabía, pero las dudas estaban a punto de hacerle caer! Tardó en reaccionar porque cuando Jesús se dirigió a él personalmente quería reír y llorar al mismo tiempo. Su cuerpo le pedía llorar por haber defraudado a su Maestro, su corazón quería reír porque el mismo Señor le estaba restaurando en ese momento.

La frase que el Señor pronunció en ese momento tiene trascendencia histórica: “Felices los que no vieron y creyeron” Se refiere a ti y a mi. A veces podemos vivir llenos de dudas, pero creemos, y cuando lo hacemos somos felices.

Creemos en todo lo que sucedió porque la historia no deja lugar a dudas, pero creemos también en lo que va a venir porque la Palabra de Dios no deja lugar a dudas. Precisamente Tomás había sido uno de los que le preguntó al Señor no sólo sobre su muerte y resurrección, sino sobre lo que “había de venir” (Juan 14), porque en ese momento el Señor Jesús les estaba explicando a todos que no sólo iba a morir por nosotros y resucitar, sino que un día iba a volver con ellos para restaurar todas las cosas. Para mostrarnos los cielos nuevos y la tierra nueva e instaurar una vida sin final.

Si, Dios mismo nos asegura en su Palabra (por activa y por pasiva), que el Señor Jesús va a volver. Si lo crees eres inmensamente feliz, porque esa justicia perfecta que esperamos llegará un día. En cualquier momento.

Porque el Amor, la Verdad, la Luz, la Vida, y muchas otras cosas que hemos visto, son parte de la esencia de una persona: Jesucristo.

Devocional de Jaime Fernández, escritor de libros como Mejora tu Ritmo y colaborador en los nuevos Evangelios de Juan que estamos ofreciendo como material de evangelismo.

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